THE OBJECTIVE
Paula Corroto

Cuestión de olores

No solemos prestar mucha atención al olfato, uno de esos sentidos de segunda en comparación con la vista o el oído, pero cuidado. Que no seremos perrillos olisqueando, pero lo que olemos y cómo olemos dice mucho de nosotros.

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Cuestión de olores

No solemos prestar mucha atención al olfato, uno de esos sentidos de segunda en comparación con la vista o el oído, pero cuidado. Que no seremos perrillos olisqueando, pero lo que olemos y cómo olemos dice mucho de nosotros.

«No oler bien es de mala educación», dijo Karl Lagerfeld hace unos días en la presentación de su nuevo perfume. Obvio y no tan obvio, porque esto de los olores y cómo nos perfumamos podría dar para una tesis. No solemos prestar mucha atención al olfato, uno de esos sentidos de segunda en comparación con la vista o el oído, pero cuidado. Que no seremos perrillos olisqueando, pero lo que olemos y cómo olemos dice mucho de nosotros.

Leo la noticia sobre cómo el calentamiento global aumentará la fragancia floral. Las flores emitirían hasta 1,4 veces más compuestos orgánicos. Y lo primero que me ha venido a la cabeza son aquellas colonias que se usaban en los setenta y ochenta tipo Varon Dandy o Brummel (para hombres) o Farala (para mujeres). Intensidad olorífica a tope. Hombre testosterónico –eso de metrosexual o ubersexual ni existía, claro- y mujer… Bueno, lo de mujer no sé bien cómo calificarlo, porque todavía hay muchas que gustan de rociarse de colonias pastosas, dulzonas, que si vainilla, incienso y mirra, que como te las cruces en el metro puedes acabar con una lipotimia.

Luego están los que defienden eso del olor natural y creen en el poder de las feromonas. Ja. El mito ya lo explotó muy bien la conocida marca de desodorantes para hombres y creo que a lo que más hemos llegado es a salir escopetados de algún bar cuando sube algún hedorcillo de esos que antes quedaban sepultados bajo el humo de los cigarros. Toma olor natural del bueno.

Imaginen en cualquier caso que se produce el dato comentado más arriba: la llegada de las superflores. E imaginen también, por ejemplo, que existiera un Jean-Baptiste Grenouille, el protagonista de El Perfume, de Patrick Süskind. ¿Se convertiría en un líder de masas? Eso sí que sería realmente revolucionario. Ríete de los que han aparecido hasta la fecha. Allí estaríamos todos, como ovejas, embobados ante su discurso.

Dice la noticia que el nuevo super aroma de las flores podría descolocar a los insectos. No quiero ni pensar en cómo reaccionaríamos los humanos. Y tampoco quiero reflexionar mucho sobre el señor de Varón Dandy ni sobre la señora de Farala. Sólo un consejito, siguiendo las doctrinas de Lagerfeld: aséense, lávense. La humanidad depende de nuestros olores.  

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