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Ramon Gonzalez Ferriz

Datos

En 1978, Octavio Paz llamó a los Estados “ogros filantrópicos”: querían saber hasta el último detalle de tu vida por tu bien. Las empresas de tecnología están hoy haciendo lo mismo -y quizá las estamos alimentando con aún más entusiasmo que al Estado.

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En 1978, Octavio Paz llamó a los Estados “ogros filantrópicos”: querían saber hasta el último detalle de tu vida por tu bien. Las empresas de tecnología están hoy haciendo lo mismo -y quizá las estamos alimentando con aún más entusiasmo que al Estado.

El gobierno de Corea del Sur ha multado a Google por utilizar de manera ilícita los dispositivos con los que recopila datos para Street View: los equipos se hacían con todo lo que podían de las redes WiFi abiertas. Casos parecidos habían tenido lugar antes en ese mismo país: en 2011, fueron robados los datos de 35 millones de usuarios de Cyworld, la red social más utilizada entonces. Lo mismo sucedió en una tienda online, un desarrollador de juegos y un operador de telefonía móvil. Un suceso probablemente aún más grave tuvo lugar a principios de año: un contratista robó los datos de 20 millones de titulares de tarjetas de crédito, incluidas sus direcciones de email y salarios, cuenta The Economist.

El caso de Corea del Sur es particular porque se trata, probablemente, del país más tecnificado del mundo: los surcoreanos tienen una media de cinco tarjetas de crédito o débito por persona, es líder en juegos online y la revista Wired afirmó que Seúl es “la capital de la banda ancha del mundo” por la rapidez de sus conexiones. Pero sea como sea, los problemas en la protección de datos que está teniendo Corea no son muy distintos de los que tenemos aquí: Google ya fue sancionado por hacer lo mismo en Bélgica, Francia y Estados Unidos, entre otros.

En 1978, Octavio Paz llamó a los Estados “ogros filantrópicos”: querían saber hasta el último detalle de tu vida, pero solo -decían- por tu bien. Las empresas de tecnología están hoy haciendo lo mismo -y quizá las estamos alimentando con aún más entusiasmo que al Estado. Las grietas de seguridad, como en este caso, son inquietantes. Pero quizá lo sea aún más que estemos creando -¿voluntariamente?- esos grandes retratos casi incontrolables de quiénes somos y qué hacemos.

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