THE OBJECTIVE
Víctor de la Serna

De ilusiones y recuperaciones

Históricamente, los madridistas no derivamos nuestras ilusiones de los baches ajenos, sino de los esfuerzos y logros propios.

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De ilusiones y recuperaciones

Históricamente, los madridistas no derivamos nuestras ilusiones de los baches ajenos, sino de los esfuerzos y logros propios.

Una foto de Cristiano Ronaldo exultante nos lleva a decir aquí arriba que dos empates del Barcelona y del Atlético de Madrid «devuelven la ilusión a los madridistas». Habrá que puntualizar. Históricamente, los madridistas no derivamos nuestras ilusiones de los baches ajenos, sino de los esfuerzos y logros propios. Y, sí, un par de deslices de los principales rivales vienen bien, pero lo que ha animado a los merengues ha sido la paulatina mejora de su equipo de fútbol -algunos no olvidamos que también hay uno de baloncesto…-, que empieza a parecerse a lo que siempre nos ha gustado: duro trabajo atrás, solidez y criterio en el centro del campo, ataque más directo que especulativo, rapidez, gol… y una mezcla de jugadores autóctonos y foráneos digna del gran pasado del club. Y, claro, una oportunidad para una cantera querida y que siempre, en los grandes períodos fastos del Madrid, ha aportado eslabones decisivos a la cadena. (Sí, ésa de la fábrica de Di Stéfano, que producía títulos a ritmo febril).

El Real Madrid se va pareciendo a lo que nos gusta, pero ni está ahí del todo ni los títulos están asegurados. El centro del campo, para el que se pudo fichar a magníficos internacionales españoles pero no se hizo, sigue dependiendo muchísimo de Xabi Alonso. Pero al menos se ha invertido la tendencia autodestructiva que acabó definiendo la última parte del reinado del vitriólico José Mourinho. Sin hablar de la división de la afición, que parece ir restañándose. Carlo Ancelotti, que empezó hecho un mar de dudas, no es ajeno a esa ansiada estabilización. Y hay que insistir: el rumbo sí que ha cambiado.

Ha tenido mucha suerte o mucho ojo Florentino Pérez colocando, uno tras otro, a Pablo Laso y a Ancelotti a la cabeza de sus dos primeros equipos. Son como el bendito enlace con un estilo y un espíritu que, en baloncesto como en fútbol, se habían perdido hace muchos más años de lo que algunos se percatan.

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