THE OBJECTIVE
Iker Izquierdo

De subidón en Washington

La capital del Imperio, Washington, ha legalizado la venta de marihuana con fines recreativos. ¡Recreativos! O sea, en román paladino: para drogarse.

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De subidón en Washington

La capital del Imperio, Washington, ha legalizado la venta de marihuana con fines recreativos. ¡Recreativos! O sea, en román paladino: para drogarse.

La capital del Imperio, Washington, ha legalizado la venta de marihuana con fines recreativos. ¡Recreativos! O sea, en román paladino: para drogarse.
 
El país de la libertad individual no podía negarse por más tiempo, por coherencia con su ideología, a que sus ciudadanos no puedan consumir cannabis a placer sin tener que pasar por las molestias de la venta y consumo clandestino, con las desagradables consecuencias que pueden sufrir si la pasma te pilla con las manos en la masa.

La droga es un problema grave en EEUU, lo lleva siendo desde hace décadas, y la lucha contra la venta ilegal parece una batalla perdida, aunque ha servido de estímulo para creaciones artísticas de mucho mérito: películas como «Traffic» o series como «The Wire» y «Corrupción en Miami». Novelas como «Salvajes» de Don Winslow y canciones como «Sugar Man» de Rodriguez.

A pesar de la ideología individualista, el imperio se ha cuidado mucho de impedir la legalización de la marihuana, pues se cree su ideología pero sólo hasta cierto punto, ya que el hecho de que una gran parte de la sociedad caiga en manos de la drogadicción podría suponer un grave riesgo para su eutaxia.

En política no existen las soluciones a priori, y es posible que la legalización de la marihuana, convenientemente controlada, pueda solucionar algunos problemas derivados del consumo y venta ilegal, pero siempre teniendo en cuenta el buen orden del Estado. En este sentido, las decisiones en política siempre tienen que ver con el mal menor.

Mientras los efectos se dejan ver, unos cuantos ciudadanos norteamericanos podrán drogarse a gusto, el Estado recaudará y luego se lo volverá a gastar en ayudar a los adictos. Como diría el Rey León: es el ciclo de la vida, Simba.

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