THE OBJECTIVE
María Jesús Espinosa de los Monteros

Deslizar la vida

Lo lento —es decir, aquello que se demora concienzudamente sin más objetivo que el goce propio— no está de moda. No hay tiempo para lo lento.

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Deslizar la vida

Hay algo en lo lento que me atrae, que me fascina. Se trata de una parsimonia que bien puede aplicarse a la gastronomía, al pensamiento, a la radio, al amor. Lo lento —es decir, aquello que se demora concienzudamente sin más objetivo que el goce propio— no está de moda. No hay tiempo para lo lento. Lo decía hace poco la escritora y ensayista Remedios Zafra en una entrevista: «En una época que desestima el pensamiento lento las personas son más manipulables». Y mencionaba algo que sabemos pero que nos resistimos a aceptar: la transformación digital de buena parte de nuestra sociedad se produce en el justo instante en el que cambiamos productos por servicios. Estos, a su vez, son alojados en plataformas que se erigen como demiurgos de la tecnología. Lo vemos estos días —trágicamente— en el sector de taxi, en los servicios de mensajería (¡en menos de dos horas tiene el producto en su casa!), en la comida recién hecha que llega a nuestra casa a golpe de touch en menos de treinta minutos.

En la sociedad digital todo caduca pronto, todo se desecha rápido, todo es excesivamente vertiginoso. No hay tiempo para la inmersión. Sólo la manifestación superficial y breve. Muy breve.

Un libro publicado hace más de diez años, Elogio de la lentitud, de Carl Honoré, proponía algo revolucionario: «Pero ahora ha llegado el momento de poner en tela de juicio nuestra obsesión por hacerlo todo más rápido. Correr no es siempre la mejor manera de actuar. La evolución opera sobre el principio de la supervivencia de los más aptos, no de los más rápidos». Algo que conecta directamente con otra obra más reciente, El tiempo regalado. Un ensayo sobre la espera de Andrea Köhler que en su prefacio confiesa: «Esperar es una lata. Y, sin embargo, es lo único que nos hace experimentar el roer del tiempo y sus promesas».

La espera es promesa y cuando ésta se cumple, una ve el mundo de otro modo, se reconcilia con él. Esperar que un libro anhelado llegue a tu librería abona la idea de la promesa; esperar parar saborear buenas naranjas en invierno y delicioso melón en verano reconforta; masticar ideas a propósito de un tema complejo y digerirlas lentamente supone la conquista de una opinión propia. En tiempos de Tinder, desafiar su lema más famoso –Swipe life (deslizar la vida)— y esperar a que un amor se despliegue con lentitud y parsimonia, como si los segundos pudieran estirarse, es una auténtica victoria.

Hay un podcast británico de BBC Radio 3 que se llama Slow Radio. Durante episodios de quince minutos, el oyente puede escuchar sonidos del mundo natural: desde el desierto de Kalahari, los balidos de las ovejas lentas en el sur de España o algunos sonidos olvidados como las viejas máquinas de escribir. La anfitriona del podcast, Verity Sharp, propone en el comienzo de cada episodio tomarnos algo de tiempo, sumergirnos en una atmósfera y dejarnos llevar.

Créanme: habitar en un interludio o deleitarse en la pausa es posible.

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