THE OBJECTIVE
Hermann Tertsch

Días de miedo e ira

Los españoles van a las urnas el domingo con la mayor incertidumbre habida nunca en democracia. Hay numerosas encuestas que sugieren ciertas tendencias. Pero nadie sabe realmente qué va a suceder…

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Días de miedo e ira

Los españoles van a las urnas el domingo con la mayor incertidumbre habida nunca en democracia. Hay numerosas encuestas que sugieren ciertas tendencias. Pero nadie sabe realmente qué va a suceder…

Los españoles van a las urnas el domingo con la mayor incertidumbre habida nunca en democracia. Hay numerosas encuestas que sugieren ciertas tendencias. Pero nadie sabe realmente qué va a suceder y son muchos los escenarios radicalmente distintos y opuestos que son posibles, probables o al menos igual de plausibles.

Los hay que creen realmente que los resultados van a generar un mapa político no muy diferente del habido. Entre quienes apuestan porque así sea están las gentes más cercanas al presidente Mariano Rajoy. Ha sido muy notable su desprecio a los “partidos surgidos hace un cuarto de hora” y a los “tertulianos y sus ocurrencias” que no merecerían voto ninguno a tomar en serio frente a los políticos responsables y enjundiosos. Ya se verá cómo reacciona el electorado ante una autoestima semejante y un menosprecio del rival tal rotundo. La autoestima y absoluta falta de disposición a la mínima autocrítica de un Rajoy que ha sumido a su partido en una crisis que podría costarle casi todas las mayorías de gobierno en autonomías y capitales de provincias solo es comparable a la de un Pablo Iglesias que aun pretende estar poco menos que con un pie en la Moncloa. Cuando todos los datos le recomiendan que extreme su humildad y su paciencia.

El pasado que les ha venido a visitar, les ha quitado a los líderes de Podemos gran parte de sus posibilidades de arrollar a los demócratas con la manipulación de los sentimientos de una población soliviantada. Todo indica que el asalto al cielo tendrá que esperar. Aunque nadie debería infravalorar el peligro que para nuestra libertad e integridad supone este proyecto que capitaliza la indignación y se nutre de los peores instintos y sentimientos. Son los que pueden acabar este terrible travesía electoral dando el poder y un carácter totalitario a una mayoría compuesta por mucha siglas. En esa mayoría jugaría su triste papel final un partido socialista que si accede a formar un Frente Popular con Podemos habrá enterrado los últimos reductos de una socialdemocracia que Felipe Gonzalez quiso construir en España y que Rodríguez Zapatero hirió mortalmente.

Y ahí está el cuarto partido nacional en liza, el recién llegado, Ciudadanos, dirigido por Albert Rivera, el político de mayor talento surgido en España desde Felipe González y José María Aznar. Pero lastrado por unos cuadros formados al aluvión en los que hay algunos capaces y muchos que no lo son, muchos muy decentes y muchos de los que nada se sabe. Y ahí están los partidos nacionalistas, todos abiertamente separatistas en mayor o menor grado de agresividad momentánea. Muchos dispuestos a entrar en ese gran frente contra España que ya se perfilaba bajo Zapatero, que era el objetivo de este personaje, una desgracia nacional, el más felón y dañino de los gobernantes habidos en España desde el siglo XIX. Que no es decir poco.

La España democrática, serena y europea, con un Estado de Derecho capaz de encauzar las necesidades de modernización y reforma está cada vez más lejos. La culpa no es solo del Gobierno de Rajoy cuya legislatura ha estabilizado provisionalmente la economía a costa de un terrible fracaso político que probablemente acabará destrozando dichos avances estabilizadores de la economía. Las causas son en parte profundas y lejanas. Han tenido en todo caso como resultado la supremacía de fuerzas y actitudes culturales que minan nuestra capacidad de afrontar los retos del mundo globalizado. Entre los lastres destacan las mentiras que arrastra la sociedad desde la transición, que han devaluado por completo la verdad y la probidad y que han paralizado el debate libre en España. Sin libertad ya no hay progreso. Y en España la libertad se odia y teme por igual.

Ahora, con el mapa político de la transición ya disuelto y perfectamente líquido, nadie sabe por dónde ni cómo podrán formarse nuevas situaciones y estables correlaciones de fuerzas. En Días de ira, el libro que acabo de publicar en la Editorial La Esfera de los Libros, describo y explico estos vectores de la mentira y la desgracia que han sido una condena para la sociedad española. Lo cierto es que la gran oportunidad de la regeneración desde la estabilidad, con la máxima concentración de poder en unas manos, ha quedado frustrada. Y previsiblemente no habrá otra. Nos enfrentamos por tanto a una nueva era llena de incertidumbres, con una inestabilidad que podría se pronto crónica y una supremacía del resentimiento y el miedo sobre la vocación de libertad que hará muy difícil que la sociedad española mantenga el ritmo que necesitarán los países europeos más desarrollados para no perder el tren en un mundo globalizado de desarrollo vertiginoso. La profunda regeneración que necesitaría la sociedad española para no quedar atrás como otros, será absolutamente imposible desde el consenso en un mediocre denominador común.

Sea cual sea el resultado del domingo y de las generales en otoño y de las siguientes generales que podrían no tardar, España se enfrenta a unos tiempos extremadamente difíciles. Con las posibilidades de éxito casi instalado en la quimera. Porque para escapar al fracaso y la marginalidad en el siglo XXI, España tendrá que saltar por encima de todas sus sombras, sus lacras, sus hábitos y sus miedos, para vencerse a sí misma por el bien de sus futuras generaciones.

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