THE OBJECTIVE
Joseba Louzao

Díaz Ayuso en el espejo de Sánchez

«Más allá de cualquier valoración partidista, los dos son los animales políticos más perfectos de este momento populista que no se apaga»

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Díaz Ayuso en el espejo de Sánchez

Moncloa

Díaz Ayuso y Sánchez. Sánchez y Díaz Ayuso. Socialismo o libertad en las palabras tribales de Díaz Ayuso. Progreso o involución en las de Sánchez. No hay dos personajes públicos en la España actual que conciten tanta adhesión como antipatía. Son el reflejo de la división personalista que nos desgobierna. La disyuntiva parece cada vez más clara, por mucho que les pese a Iglesias, Casado, Abascal o Núñez Feijóo. No es posible un punto intermedio entre ambos. Se lo han ganado a pulso, y con mucho trabajo en la sombra. Quizá sea esta la tan cacareada nueva forma de hacer política en este contexto de campaña electoral que nunca termina. Más allá de cualquier valoración partidista, los dos son los animales políticos más perfectos de este momento populista que no se apaga. 

Han sabido jugar su papel en un contexto difícil. En forma y contenido, por el momento la apuesta demagógica y frentista no les ha fallado. Otra cuestión es lo que dejarán detrás cuando fracasen. Porque lo harán. Uno comienza a creer que Díaz Ayuso lee cada noche los subrayados de su primera lectura de aquel Manual de resistencia de Irene Lozano. Porque cuando Díaz Ayuso se mira en el espejo, este solo le puede devolver la imagen de Sánchez. Podría haber escrito «y viceversa», pero es que el presidente llegó primero. Llevan meses jugando una partida propagandística alimentada por sus ruidosos altavoces partisanos. Y algún día habrá que juzgar el papel de aquellos medios y expertos serviles que solamente saben ser la correa de transmisión del mensaje del amo. Si Díaz Ayuso es trumpismo y procesismo (¡a la vez, oiga!) lo será porque solo imita los pasos de Sánchez. No hay más ciego que quien no quiere ver. 

Sánchez decidió que la estrategia presidencial pasaba por alimentar a Díaz Ayuso para proclamar el jaque mate al dominio de centro derecha en la Comunidad de Madrid. Pero la popular ha ido subiendo la apuesta en cada respuesta hasta anunciar que iba con todo (elecciones mediante). Y es que mientras Iván Redondo cree estar jugando al ajedrez, Miguel Ángel Rodríguez piensa en el póquer. Tanto da. Ellos y los suyos disfrutan en el barro porque su libro de estilo les marca que cuanto peor, mejor. Quiero suponer que los dos políticos reviven cada madrugada las palabras de Jorge Luis Borges en primera persona: «descubrimos (en las altas horas de la noche este descubrimiento es inevitable) que los espejos tienen algo de monstruoso». En el fondo, sus deseos se han hecho realidad: se trata de elegir a uno frente al otro. Han conseguido que, de una forma u otra, hasta los más centrados y pulcros de los votantes tengan que escoger. Llegados hasta aquí poco importa que ellos no sean, ni de lejos, las mejores opciones – tampoco las peores- que tenemos para responder a los desafíos del presente. 

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