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Paco Segarra

Dios en Filipinas

Jesús se identifica con el que sufre y estará en agonía hasta el fin del mundo

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Dios en Filipinas

Jesús se identifica con el que sufre y estará en agonía hasta el fin del mundo

Ahora en Filipinas, según la ONU, hay menos muertos: 4.460 en vez de los 10.000 anunciados durante los primeros días. Muertos pobres, muertos anónimos, muertos lejanos. Cadáveres reducidos a la condición de cifras para que no perturben en exceso ni nuestra digestión ni nuestra conciencia. Pero les recuerdo que todos acabaremos, antes o después, como esos miles de filipinos. Y me atrevería a afirmar que correremos peor suerte que ellos: «Cuando se es pobre y se está crucificado -por un tifón, por ejemplo- no se entra en el paraíso mañana, ni pasado mañana, ni dentro de diez años, se entra hoy mismo.» Leon Bloy, el feroz católico francés, lo explica muy bien y dice la verdad: esa pobre gente, estoy seguro, nos observa desde el Cielo, en paz, olvidados ya todos sus males y sabiendo que su muerte no ha sido estéril. No, no lo ha sido. ¿Dónde estaba Dios en Auschwitz? En las cámaras de gas, salvando al mundo. ¿Dónde estaba Dios en Filipinas? Aplastado bajo el tifón, salvando al mundo.

Porque está escrito: «Todo aquello que hicisteis a uno de estos hermanos míos, a mi me lo hicisteis». Jesús se identifica con el que sufre y estará en agonía hasta el fin del mundo. ¿No agoniza una madre por un hijo que sufre? Pues no le de más vueltas, porque Dios también es madre. Quiero decirle que es una persona con la que usted se puede encontrar cuando quiera. No me refiero ahora a que lo encontrará en su prójimo -lo cual es cierto-, sino que además lo encontrará a Él en persona. Haga la siguiente prueba, si no es creyente: entre en una Iglesia; busque el Sagrario, una especie de cofre que suele estar al fondo y tiene una velita al lado; diríjase a él y le dice que viene de mi parte, de los difuntos en Filipinas, o de algún santo que le guste -San Francisco de Asís suele gustar incluso a los que no creen-; y espere usted a que Jesús, desde el Sagrario, le diga algo. Lo hará. Y, luego, si le parece, me lo cuenta en Twitter, @pakez. Si no quiere hacerlo, no me venga diciendo que Dios no existe. Es que usted no se atreve a encontrarse con Él y, como decía Chesterton, prefiere seguir viendo sólo la espalda del mundo, azotada por tifones y por otros muchos males que no son peores que aquellos que todos llevamos dentro.

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