THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

De Draghi y las liras guardadas debajo del colchón

Hace dos semanas fallé a El Subjetivo en la entrega de mi texto (esa es la periodicidad con la que escribo). La razón: una mujer que se escabulló del control de seguridad en el aeropuerto de Munich provocó el cierre del mismo durante cuatro horas y la cancelación de 300 vuelos y retención de cerca de 50.000 pasajeros y sus respectivas maletas. Entre ellos, mi familia y yo. Aquello fue el caos. Mayúsculo, teniendo que empezaban las vacaciones de verano en el land de Baviera (en Alemania los länder se turnan el comienzo de las mismas para dosificar el mogollón que provoca el éxodo vacacional en los medios de transporte del país). Y una muestra de nuestra vulnerabilidad en esta reciente época de inseguridad y paranoia terrorista que vive Occidente. Mi colaboración se quedó sin enviar atrapada en el ordenador que cargaba mientras hacía la cola interminable del servicio de atención al cliente de Lufthansa. El episodio convirtió nuestro prometedor viaje a Turquía en una auténtica pesadilla.

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De Draghi y las liras guardadas debajo del colchón

Reuters

Hace dos semanas fallé a El Subjetivo en la entrega de mi texto (esa es la periodicidad con la que escribo). La razón: una mujer que se escabulló del control de seguridad en el aeropuerto de Munich provocó el cierre del mismo durante cuatro horas y la cancelación de 300 vuelos y retención de cerca de 50.000 pasajeros y sus respectivas maletas. Entre ellos, mi familia y yo. Aquello fue el caos. Mayúsculo, teniendo que empezaban las vacaciones de verano en el land de Baviera (en Alemania los länder se turnan el comienzo de las mismas para dosificar el mogollón que provoca el éxodo vacacional en los medios de transporte del país). Y una muestra de nuestra vulnerabilidad en esta reciente época de inseguridad y paranoia terrorista que vive Occidente. Mi colaboración se quedó sin enviar atrapada en el ordenador que cargaba mientras hacía la cola interminable del servicio de atención al cliente de Lufthansa. El episodio convirtió nuestro prometedor viaje a Turquía en una auténtica pesadilla.

El caso es que el texto que nunca verá la luz iba de Mario Draghi y de si el crecimiento que ha conseguido propiciar en la eurozona (2,7% en 2017) haciendo de J. M. Keynes desde la presidencia del Banco Central Europeo (en seis años ha inyectado 2,5 billones de euros al sistema financiero para estimular la economía, 2,5 veces el PIB de España, saltándose el mandato ortodoxo de la institución) es lo suficientemente sólido como para prescindir de esta asistencia a partir del próximo mes de diciembre e incluso aplicar una subida de los tipos de interés el próximo año, tal y como ha anunciado el italiano. Pero la debilidad del crecimiento en la UE en el primer trimestre del año (un 0,4% frente al 0,7% del anterior); la guerra comercial declarada por Donald Trump contra el mundo, aunque con Bruselas se ha dado ahora una tregua, si bien endeble y vulnerable por la facilidad del líder estadounidense de cambiar de parecer como de calzoncillos; el impacto de un cada vez más probable Brexit duro (que según el Fondo Monetario Internacional podría restar un 1,5% al crecimiento del PIB europeo), y ahora la crisis de la economía turca, no invitan precisamente al optimismo. Las recientes caídas de las bolsas son el mejor reflejo de esta creciente desconfianza, agudizada por el temor al daño que puede hacerle la situación en Turquía a algunos de los grandes bancos europeos, como es el caso del BBVA, con un 14% de su cartera de créditos concedidos en este país, al igual que el italiano UniCredit o el francés PNB. Todos ellos ahora bajo vigilancia por el BCE, preocupado por su exposición a la crisis turca. ¿Vendrá Draghi de vacaciones y a doce meses de dejar su mandato tan ricamente como se fue? No parece probable.

Como finalmente logramos llegar a Turquía, es inevitable escribir sobre la crisis que está viviendo la economía de este país, que ha copado los titulares de la prensa internacional en los últimos días. Eterna candidata a unirse a la UE, con una situación geográfica estratégicamente inmejorable, identificada como una de las más dinámicas economías que del mundo que, junto con Brasil, Rusia, India y China, abría un nuevo y bienvenido capítulo en el reparto de la riqueza mundial, ahora se desmorona bajo la despótica gestión de su presidente, Recep Tayyip Erdogan, y su yerno, el ministro de Economía Berat Albayrak.

La inflación supera el 15%, la lira turca ha perdido el 35% de su valor en lo que va de año, los tipos de interés se sitúan en el 18%, aunque el Gobierno amenaza ahora con acabar con la independencia del banco central (y su credibilidad) para bajarlos, lo que inevitablemente ahondaría en la desconfianza de los inversores. Por todo ello, la inversión extranjera, principal motor del crecimiento de los últimos años, está cayendo en picado. ¿La respuesta de Erdogan? Encomendarse a Dios y pedir a los turcos que saquen las divisas que guardan debajo del colchón (doy fe que en todas las transacciones los lugareños animaban el pago en efectivo en euros con grandes descuentos) para comprar liras y contrarrestar así las embestidas contra la moneda nacional que sólo en la última semana se ha depreciado un 20% frente al euro. ¡Ja! El patriotismo, incluso el orgulloso turco, tiene sus límites.

La cosa es que el aliado de más de 60 años de la OTAN se ha enfrentado a EEUU por no poner en libertad a un pastor evangélico de Carolina del Norte y Trump ha respondido con una subida de, adivinen,… los aranceles comerciales al aluminio (al 20%) y al acero (al 50%) y autorizando la entrega de armas a milicias turcas. Que Turquía ha sido el destino de los fondos europeos y estadounidenses que buscaban más rentabilidad frente a los tipos ofrecidos en ambas zonas por las políticas monetarias tan laxas que ahora están revirtiendo. Y que hay serias dudas sobre la capacidad de Turquía de pagar sus obligaciones y abundan los rumores sobre la necesidad de imponer un control de capitales (corralito) y pedir ayuda al FMI. Un sombrío panorama en el que sólo brilla una luz: que la posición del líder más poderoso desde Mustafa Kemal Ataturk se debilite y que el poder absoluto que ha ido adquiriendo en sus 15 años de mandato a base de cercenar el estado de derecho y recortar libertades empiece a tambalearse.  Insha’Allah!

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