THE OBJECTIVE
Andrés Cañizález

El chavismo se definió para las próximas décadas

Una de mis tareas como académico y periodista es seguir y en no pocas ocasiones escuchar lo que dice Nicolás Maduro en sus cadenas de radio y televisión. Recientemente dijo una frase con la que coincidí en su totalidad: en estos días el país se juega su definición para el resto del siglo XXI. Y es verdad. Venezuela está en una verdadera encrucijada histórica.

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El chavismo se definió para las próximas décadas

Una de mis tareas como académico y periodista es seguir y en no pocas ocasiones escuchar lo que dice Nicolás Maduro en sus cadenas de radio y televisión. Recientemente dijo una frase con la que coincidí en su totalidad: en estos días el país se juega su definición para el resto del siglo XXI. Y es verdad. Venezuela está en una verdadera encrucijada histórica. O se impone la dictadura sobre la gran mayoría que quiere un cambio democrático, o esa mayoría logra impulsar al liderazgo político rumbo a una transición democrática.

A inicios de este 2017, para dar respuesta a un cuestionario que desde Buenos Aires me envió la prestigiosa revista Nueva Sociedad, sostuve que este año resultaba clave para la definición política del chavismo como movimiento político. Sin duda, opinaba en enero, que la orientación que terminara dándole Maduro al chavismo sellaría su futuro para las próximas décadas.

Escribo ahora en los días finales de un mes de julio de 2017 que será recordado al menos por tres imágenes: 1) una cruel y sostenida represión con aval del alto mando militar; 2) la ausencia del más mínimo atisbo de rectificación; y 3) el empecinamiento de un Maduro, ya sin duda dictador, de imponer un fraude constituyente.

Con esas tres imágenes de este mes de julio el chavismo dirigido por Nicolás Maduro y con el nuevo protagonismo de Diosdado Cabello en la campaña constituyente, ha sellado su futuro. Estamos ante una dictadura que incluso llegará a la política de tierra arrasada antes de ceder el poder. Las elecciones se hicieron mientras se podían ganar y como en este contexto no pueden ganarse entonces se apela a este fraude constituyente que sencillamente profundiza el golpe de Estado que viene dando Maduro desde el año pasado.

Hemos estado durante algo más de año y medio en presencia de un “Madurazo” que ha ocurrido pero en cámara lenta. Al contrario de lo que fue el “Fujimorazo” (una acción estruendosa y rápida para anular al Poder Legislativo de Perú), Maduro realizó, durante todo 2016 y lo que va de 2017, una serie de acciones para socavar a la Asamblea Nacional. Es algo grave, puesto que Maduro ha desconocido el voto popular que mayoritariamente llevó a que la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) tuviese una mayoría calificada en el Poder Legislativo en las elecciones del 6 de diciembre de 2015.

Para su “Madurazo”, el presidente se ha apoyado principalmente en el Tribunal Supremo de Justicia. Y en los últimos meses en el poder represivo de la FAN y en el Consejo Nacional Electoral, para intentar legitimar su propuesta, que negando lo que dice la constitución vigente dice que irá a mejorar con una nueva constituyente.

Como lo señalamos en el artículo de inicios de año, en este 2017 el chavismo se juega, sin duda alguna, su definición política para las próximas décadas. Puede seguir por la senda autoritaria, en un esquema de suprimir elecciones como hizo con las elecciones de gobernadores en 2016, y dejar en el limbo las elecciones de alcaldes, que debían realizarse en el último trimestre de 2017. Jugándose la carta de no someterse al escrutinio público, por el miedo de perder espacios, el chavismo se encamina a consolidar un modelo de autoritarismo no electoral: supresión de elecciones, existencia de numerosos presos políticos, desconocimiento de poderes públicos con legitimidad de origen, cerco a los medios y voces disidentes.

Creo que ya es algo tarde para lo que yo preveía como otra opción a inicios de 2017: Otra posibilidad es que juegue la carta del autoritarismo electoral. Manteniendo su control sobre la sociedad y las principales instituciones, se abre a la posibilidad de compartir espacios de poder con la oposición (como gobernaciones y alcaldías). Desde mi punto de vista, esto sería lo más sano
para el chavismo para proyectarse como fuerza política de largo aliento en el juego político (y democrático) venezolano.

De primera mano he conocido que existen estas y otras tantas diferencias estratégicas en el seno del chavismo, pero hasta ahora no se ventilan en público. El rostro público que terminó adoptando el chavismo con Maduro y Cabello es el de la represión y la tiranía.

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