THE OBJECTIVE
Melchor Miralles

El coche

No es la única dictadura del mundo con la que Gobiernos de países democráticos se relacionan apelando a la necesidad de hacer política. Pero en Cuba son demasiados años ya.

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El coche

No es la única dictadura del mundo con la que Gobiernos de países democráticos se relacionan apelando a la necesidad de hacer política. Pero en Cuba son demasiados años ya.

En Cuba parece que no pasa el tiempo. Nos venden reformas que nunca llegan, el presidente y sus secuaces siguen a lo suyo, el pueblo sufre cada día más, malcome, tiene mermados derechos esenciales en la vida de cualquier ser humano y desde el poder se reprime cualquier disidencia. Y ahí siguen tantos gobiernos bailándole el agua a la familia que controla el país. El último el de Rajoy, que envió a nuestro ministro de Exteriores de viaje oficial y se olvidó de la disidencia, de los perseguidos, a los que hasta hace poco ayudaron con esfuerzo y eficacia.

Ya se que es la realpolitik. No es la única dictadura del mundo con la que gobiernos de países democráticos se relacionan apelando a la necesidad de hacer política. Pero en Cuba son demasiados años ya. Un sólo día de dictadura, de izquierda o de derecha, es insoportable, pero tantas decenas de años, para quien la padece cada día, es una tortura que debiera terminar cuanto antes.

La imagen de tres mujeres policía, o confidentes, capturando a una de las Damas de blanco que cada día denuncian la dictadura es bellísima en lo estético. Pero es duro que cada día, sí, cada día, mujeres y hombres, y niños, padezcan un régimen que tiene al país en la ruina económica y moral desde hace décadas. No hay quien mueva un dedo sin ser controlado. Y los Castro y sus cuates, abren y cierran la mano represora a su antojo, en función de sus intereses, y encuentran en gobiernos como el español quienes se ponen blandos cuando no debiéramos transigir ni una.

Y lo más revelador de la foto es el coche, paradigma de la realidad. En el siglo XXI los vehículos siguen siendo de inicios del Siglo XX. Los de los ciudadanos que pueden tener coche, que no son muchos. Los de los Castro son modernos. El coche como muestra de un país anclado en un pasado oscuro y tenebroso en el que lo único respetable y luminoso son las víctimas, muchas de las cuales van de blanco aunque su presente sea tan negro.

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