THE OBJECTIVE
Monica F.-Aceytuno

El color del agua

Yo a veces me asusto de la velocidad a la que fabrica China. Ese acelerado consumo de los recursos está desnudando a un suelo que, entre la belleza de unas casas, por encima del puente, se marcha. Y la tierra perdida jamás vuelve.

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El color del agua

Yo a veces me asusto de la velocidad a la que fabrica China. Ese acelerado consumo de los recursos está desnudando a un suelo que, entre la belleza de unas casas, por encima del puente, se marcha. Y la tierra perdida jamás vuelve.

Cuando hay inundaciones no hay que mirar al cielo sino al suelo.

Es el suelo, marchándose con el agua, el que otorga ese color rojizo, casi de farol chino, al agua. La fotografía, a pesar del dramatismo que sugiere, es hermosa. Incluso inundada, me parece preciosa esta ciudad china del condado de Fenghuang, las casas con tanta armonía en su arquitectura y en los colores oscuros, casi negros, como de madera mojada por la lluvia de los siglos, de los tejados. Al fondo un bosque silvestre de un verde también oscuro del que salen, muy blancas, vaharadas de niebla como si los montes soñaran o estuvieran dormidos mientras el agua torrencial, ruidosamente, pasa.

El problema, con toda probabilidad, esté aguas arriba de tanta belleza inútilmente protegida. Quizás una mina de carbón, quizás una presa, tal vez un monte de pronto deforestado a matarrasa, dejando a la tierra sin las manos que la agarran, que son las raíces de los árboles.

Con una cobertura vegetal, nos decía Margalef, el daño es siempre menor. De lo cual se podría colegir también lo contrario: con un despojamiento brusco de la cobertura vegetal, los daños se incrementan. Esa riada, roja por la tierra que se ve arrastrada, no se ha producido, tal vez, porque el paso del monzón haya sido más fuerte que otros años; sino, quizás, porque cayó el agua sobre una tierra más frágil.

Yo a veces me asusto de la velocidad a la que fabrica China. Todos esos cachivaches que atiborran unas tiendas de las que siempre están saliendo cosas con un precio muy bajo, sí, pero con una vida muy corta. Ese acelerado consumo de los recursos está desnudando a un suelo que, entre la belleza de unas casas, por encima del puente, se marcha.

Y la tierra perdida jamás vuelve.

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