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Jorge San Miguel

El cosplay

«Lo bueno del carnaval es que te disfrazas un rato y luego te vuelves a tu vida de verdad, que es menos satisfactoria pero es de verdad»

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El cosplay

JJ Guillén | EFE

Pocas cosas más humanas que querer ser otro. Quién no quiere ser otro, o incluso un otro distinto, en alguna ocasión. Escribe Borges: “Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach”. Yo nunca he sido un escritor inglés enamorado del Mediterráneo, ni Lou Reed; ni siquiera el príncipe Randy. Ante la imposibilidad -ontológica, económica, moral- de ser otro, siempre cabe la proyección o el disfraz. Todas las culturas han reservado algún día del año para la impostura controlada: unas lupercales, un carnaval donde intercambiar roles o esconderse tras alguna máscara. Hoy existe el cosplay, y quizás lo definitivo de nuestra época es que se le consienta a los adultos.

La capacidad de proyectar es importante, por ejemplo, cuando la realidad nos tiene a disgusto. Ya he escrito que es complicado cumplir años -yo los cumplí ayer- y seguir soportando al tipo que se ve en el espejo. Es lo normal. Todos íbamos a hacer grandes cosas, y aquí estamos. Así que, o hace uno las paces con la realidad, o proyecta, o un término medio entre ambas cosas, que viene a ser lo más habitual.

Hace tres o cuatro años nos dio a los liberales (incluyo, claro, a los socialdemócratas) por criticar las “derivas iliberales” de manera muy virulenta. Las derivas iliberales a veces no quedaba claro qué eran, pero era importante engolar la voz cuando se hablaba de ellas, para que te tomasen en serio. Bien. Algo iliberal a ciencia cierta era mangonear con la justicia, como hacía Orban y como pasaba en Polonia. Eso era inequívoco. Por aquella época estuve en Varsovia visitando a unos chavales de un minúsculo partido liberal y se fueron corriendo del restaurante donde me habían llevado a comer porque tenían una manifa contra el asalto del PiS al tribunal constitucional -era comida polaca, así que tampoco perdieron gran cosa. También un poco antes los independentistas catalanes hacían cosas iliberales con la justicia; y recuerdo portadas de tabloides brexiteers señalando a jueces. ¡Y Trump! Pues claro que Trump hace cosas iliberales con la justicia -y además se ha muerto Ruth Bader Ginsburg, no sé si se han enterado. Todo esto era, digo, hace ya tiempo.

Me acuerdo de ello porque el presidente del gobierno español va dejando caer que quiere reformar los nombramientos del Consejo General del Poder Judicial, que andan bloqueados desde hace un par de años; desde aquella astracanada de los mensajes de whatsapp. La reforma que propone es exactamente la misma por la que la Comisión Europea amonestó a Polonia: que los vocales de origen judicial del Consejo sean elegidos por mayoría absoluta en lugar de por 3/5 como ahora. Es la misma cosa iliberal por la que entonces nos subíamos por las paredes. A Sánchez le molesta el bloqueo, lo que es normal, y además toca meter a Podemos y a los independentistas en el CGPJ; porque, si no, a ver qué mierda de cambio de régimen es este.

Desde la esfera de medios afín al gobierno nos informan de que es que los jueces son fachas. Por supuesto, los jueces no son más fachas que hace dos años ni que hace treinta. No es la carrera más endogámica del Estado pero sí, contra todo el bombardeo de propaganda de los partidos del gobierno y sus voceros, una de las más feminizadas. El que quiera datos, qué ingenuidad, los tiene. Lo que pasa es que es posible que los jueces crean que la ley está por encima de lo que le apetezca al gobierno. O en la independencia del poder judicial. O, ¡yo qué sé!, hasta en la nación española. Y claro, eso no puede ser.

Pues eso, las derivas iliberales. Pero aquello era con Trump, o en Polonia, o en otro país, y además la moza ha muerto. Lo bueno del carnaval es que te disfrazas un rato y luego te vuelves a tu vida de verdad, que es menos satisfactoria pero es de verdad. Es mejor no poner a prueba las convicciones de nadie. ¡Las mías las primeras! Para todo lo demás está el cosplay. Todo el mundo es ya, no sé si un escenario, pero quizás una gran convención de Star Trek.

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