THE OBJECTIVE
Gerardo Cabrera Campos

El delirio de la responsabilidad

La culpa es de uno, siempre de uno. Aunque parezca extraño o se pueda evitar con grandes preparativos, señales o planes de contingencia, siempre hay un hilo que no está sujeto. Y desde allí empieza la desgracia.

Opinión
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La culpa es de uno, siempre de uno. Aunque parezca extraño o se pueda evitar con grandes preparativos, señales o planes de contingencia, siempre hay un hilo que no está sujeto. Y desde allí empieza la desgracia.

La culpa es de uno, siempre de uno. Aunque parezca extraño o se pueda evitar con grandes preparativos, señales o planes de contingencia, siempre hay un hilo que no está sujeto. Y desde allí empieza la desgracia.

Dicen algunos medios que el copiloto sufría una depresión. Otros adelantan un suicidio. Pero la cuestión es llegar hasta el punto de cómo un individuo decide la vida de 150. A modo de un dios que va por ahí y dice: “Ok, nos estrellamos”.

Otra cuestión es la responsabilidad. El delirio de estar allí, en la cabina del avión, enfrentando tus problemas, no por la responsabilidad de llegar a tu destino con la vida de los demás, sino con tu vida amparada en el destino de los demás. Lo mismo pasa en todo sitio. Hace una semana en Perú, el chofer se estrelló contra otro, causó un cuádruple accidente y fallecieron más de 30.

Algo así de paradójico e irónico. Qué dolor habrá sentido Andreas Lubitz, qué habrá pensando el chofer del bus en la carretera de Perú,  qué indignidad en ese timón. Quizá se nubló, se desmayó. No se sabe aún. No se sabe nada aún. Todo ha quedado en un delirio de la responsabilidad. 

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