THE OBJECTIVE
Jesus H. Cifuentes

El ego: ese gran ombligo europeo

Por eso este señor, Jean Claude Juncker, se atreve a lanzar consignas del tipo: “La pregunta que se planteó al pueblo griego es sobre algo que ya no existe. ¿Podría explicarme alguien qué significaba la pregunta que se puso? Tal vez eso sería más propio de un circo”, ha rematado el luxemburgués, mientras un grupo de diputados griegos -y algún euroescéptico- le abucheaban.

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El ego: ese gran ombligo europeo

Por eso este señor, Jean Claude Juncker, se atreve a lanzar consignas del tipo: “La pregunta que se planteó al pueblo griego es sobre algo que ya no existe. ¿Podría explicarme alguien qué significaba la pregunta que se puso? Tal vez eso sería más propio de un circo”, ha rematado el luxemburgués, mientras un grupo de diputados griegos -y algún euroescéptico- le abucheaban.

Para este señor, hablar de egos quizá pueda ser fácil. Suele suceder cuando eres de un entorno de lo más rancio de la burguesía derechónica, cuando perteneces al seno de esa oligarquía que vive tan alejada de la realidad ciudadana, cuando alguien, en definitiva, te va recogiendo los restos de todo lo que ensucias, y tú careces de esa conciencia.

Para empezar, es Luxemburgés, o sea, de un pequeño país de Europa Central que forma parte de la Unión Europea. Un estado sin costa, rodeado por Francia, Alemania y Bélgica, ombligo de los bancos. Un estado que cuenta con una población de medio millón de habitantes sobre una superficie de 2.586 km2 (Yo, ser provinciano, tomo de referencia Valladolid, que tiene 8110 Km2), y a pesar de ser tan minúsculos, un estado que tiene una economía altamente desarrollada, con el mayor Producto Interno Bruto por cápita del mundo de acuerdo al Banco Mundial, y el segundo de acuerdo al Fondo Monetario Internacional. Un estado semejante al Suizo en varios aspectos, porque son “pequeños paraísos fiscales” encubiertos en la barroca administración de la UE, en la que la diferenciación social y racial de una población de emigrantes elevada intenta buscar limpiar la camisa de su vida y de su origen.

Y es así, desde ese balcón del privilegio y de alfombras rojas en intereses económicos siempre boyantes, cuando cualquier mosca cojonera en tus intereses es declarado “enemigo público”.

Por eso este señor, Jean Claude Juncker, se atreve a lanzar consignas del tipo: “La pregunta que se planteó al pueblo griego es sobre algo que ya no existe. ¿Podría explicarme alguien qué significaba la pregunta que se puso? Tal vez eso sería más propio de un circo”, ha rematado el luxemburgués, mientras un grupo de diputados griegos -y algún euroescéptico- le abucheaban.  Se ha burlado este martes de los griegos al afirmar que resultado de la consulta celebrada este domingo en el país heleno ha sido un «circo irrelevante» al basarse «en una cuestión ilegítima». «No se trata de ver quién tiene razón, hay que apartar nuestro pequeño ego, incluso mi gran ego».

Está claro que para esta gente la realidad gira únicamente en torno a sus ombligos.

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