THE OBJECTIVE
Amando de Miguel

El furor mediático de París

Admiro la capacidad propagandística de los franceses para hacer que se vendan siete millones de ejemplares del hebdomadario en cuestión. Pero me habría gustado el gesto de unos miles de parisinos no judíos ?solo unos pocos miles? que entraran a comprar en el supermercado judío.

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Admiro la capacidad propagandística de los franceses para hacer que se vendan siete millones de ejemplares del hebdomadario en cuestión. Pero me habría gustado el gesto de unos miles de parisinos no judíos ?solo unos pocos miles? que entraran a comprar en el supermercado judío.

Por una vez debo reconocer el galicismo “mediático”, que tanto me incomoda. Pero ahora lo encuentro justificado. Solo el Papa concentra tantas multitudes, aunque sin tanta repercusión política. Pero París bien vale una misa. Lo que acontece en la ciudad de la luz ?a pesar de sus grisuras? da la vuelta al mundo. Sucedió con las manifestaciones estudiantiles de mayo de 1968. En ese año hubo acontecimientos políticos más señalados en otras ciudades (México o Praga, por ejemplo), pero las algaradas parisinas quedaron para la Historia.

En este caso nos encontramos ante un atentado terrorista en París de magnitud considerable aunque no desusada. Desde hace lustros andamos enzarzados en la III Guerra Mundial, solo que sin declararla. En Nueva York, Londres, Madrid, Bagdad y otras muchas ciudades hemos asistido compungidos a hecatombes terroristas más salvajes que las de París. No digamos las de Nigeria o Paquistán. Sin embargo, ninguna de ellas ha suscitado una manifestación con decenas de jefes de Gobierno o equivalentes como la de la Plaza de la República.

Al igual que Melchor Miralles, “yo tampoco soy Charlie”, y ya formamos un nutrido grupo. La ya famosa revista humorística publica caricaturas de dudoso gusto y que ofenden el sentimiento religioso de millones de personas. Naturalmente, no es cosa que merezca ametrallar a los dibujantes. La reacción vandálica de los yihadistas resulta vomitiva. Pero me parece desproporcionada la respuesta universal del “yo soy Charlie”. Tuvo más dignidad el antecedente de “yo soy un berlinés” de J.F. Kennedy.

Admiro la capacidad propagandística de los franceses para hacer que se vendan siete millones de ejemplares del hebdomadario en cuestión. Pero me habría gustado el gesto de unos miles de parisinos no judíos ?solo unos pocos miles? que entraran a comprar en el supermercado judío. Fue la víctima adventicia de la vesania yihadista.

 

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