THE OBJECTIVE
Pilar Cernuda

El globo de Sánchez

No duró mucho el ilusionante globo que regaló Sánchez a los españoles el pasado miércoles. La lista de Gobierno hacía presagiar cosas buenas: gente muy solvente en la mayoría de los casos, con experiencia de gestión, y con un ingrediente que tranquilizó muchas almas, la presencia de Borrell.

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El globo de Sánchez

No duró mucho el ilusionante globo que regaló Sánchez a los españoles el pasado miércoles. La lista de Gobierno hacía presagiar cosas buenas: gente muy solvente en la mayoría de los casos, con experiencia de gestión, y con un ingrediente que tranquilizó muchas almas, la presencia de Borrell, látigo del independentismo catalán, con lo que se presuponía que el nuevo presidente no iba a caer en las frivolidades de su antecesor Zapatero, origen de los muchos males a los que hoy nos han llevado los independentistas. A esos males hay que sumar algunas decisiones de Aznar, aunque ahora se permite el lujo de criticar a Rajoy por lo que considera debilidad ante Puigdemont. Fue Aznar quien ofreció a Pujol la cabeza de Vidal Quadras, quien redujo sensiblemente la presencia de la Guardia Civil en Cataluña al ceder a los mossos las competencias de Tráfico, y el que traspasó las competencias de Educación a la Generalitat, con las consecuencias de todos conocidas. Por no mencionar su visceralidad contra el nacionalismo, que provocó el auge de ERC, un partido irrelevante hasta que las diatribas del entonces presidente colocaron en el mapa a Carod-Rovira y todo lo que vino después.

Pero el ahora es Sánchez, no un Aznar que se ha cubierto de gloria con el discurso que pronunció el mismo día que Rajoy recogía sus cosas en Moncloa.

El globo de Sánchez se deshinchó en apenas veinticuatro horas, el tiempo que transcurrió entre el anuncio del gobierno y la primera reunión del Consejo de ministros. Que la primera medida haya sido renunciar al control de las cuentas semanales de la Generalitat echó por tierra la idea de que Sánchez va a ser firme ante el dúo Puigdemont-Torra. El levantamiento del 155 venía obligado por ley, pero ese control semanal –el que recoge el FLA es mensual- al Gobierno catalán no tenía nada que ver con el 155, sino con una decisión anterior. Tomada ante la evidencia del desvío de los dineros que enviaba el gobierno español a Cataluña para cumplir con sus obligaciones sociales. El anuncio de la retirada del control debió ser celebrada con el mejor cava por Torra y sus incondicionales. Y a la mañana siguiente, las declaraciones de Meritxell Batet anunciando la reforma urgente de la Constitución ya fue la apoteosis para los independentistas: ni el mejor cava servía ya por brindar por la buena nueva, excelente nueva.

El globo se ha deshinchado excesivamente pronto. Una pena. Una preocupación que sumar a la que ya provocaba un gobierno con tan escasa representación parlamentaria y tan inquietantes socios de moción de censura.

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