THE OBJECTIVE
José García Domínguez

El Gobierno no caerá

«Si en septiembre hay sardina, también aplaudirá la foca del PNV. Y con ella, el resto de los pequeños oportunistas periféricos»

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El Gobierno no caerá

Reuters

Tan estridente en forma y fondo, la estrategia opositora del Partido Popular, que se personifica en el estilo berroqueño de su portavoz parlamentaria, se fundamenta toda ella en una premisa que semejaba razonable hasta hace apenas un mes, pero que cada vez se antoja más alejada del terreno de lo verosímil, a saber: la de que el Gobierno caerá irremisiblemente ante la imposibilidad de aprobar los Presupuestos en las Cortes. La manifiesta sobreactuación escénica de Casado, igual que los excesos retóricos de su entorno más inmediato, sesgos ambos que se acentuaron a raíz de la pandemia[contexto id=»460724″], obedecen a la creencia compartida por la actual dirección del PP en que ese es el escenario al que se verá abocado Sánchez en otoño. Por lo demás, una conclusión que tenía –procede escribir ya en pasado- una razonable carga de sentido lógico. Porque lógico era pensar, y ya antes de la irrupción en escena del virus, que la muy extravagante y heteróclita confluencia de apoyos en el Parlamento sobre la que ha ido capeando el temporal el Ejecutivo de coalición podría romper sus costuras llegado el instante de tener que componer unas cuentas simétricas y austeras. Esperanza contable, la de Génova, que se veía además reforzada por la creciente confrontación interna entre los todavía socios en la Generalitat, Esquerra y la partida de Puigdemont, cada día más asilvestrada.

Crónica de un divorcio anunciado, esa, que llevará acarreada como consecuencia inmediata un cambio de querencias madrileñas por parte de los diputados nacionales procedentes de la difunta CiU. Pero es que la tan inopinada eclosión de la pandemia invitó a pensar que las tensiones entre los soportes del Gobierno podrían tender al paroxismo tras la previsible repetición de un entorno que recordara los peores estragos entre la base sociológica del PSOE causados por aquel eufemismo llamado austeridad. Casado se entregó al fuego a discreción desde esa certeza. No adivinó, e igual que él nadie, que Alemania iba a dar un giro de 180 grados en relación a su proceder solipsista cuando 2008. Pero, contra todo pronóstico, Berlín, esta vez sí, ha concedido comportarse como la cabeza de Europa. Y con Berlín, Fráncfort. Porque si la movilización de recursos fiscales en auxilio de los países del Sur que ha previsto la Unión posee una dimensión que no resulta exagerado tildar de histórica, la acción paralela del BCE, encabezado hoy por Christine Lagarde, una mujer que viene, procede no olvidarlo, del que acabó siendo principal baluarte intelectual contra la doctrina de la mal llamada austeridad, el FMI, no es menos trascendente. Porque si Draghi echó mano en su día del cañón Berta para salvar al euro, Lagarde lanza hoy señales inequívocas de estar dispuesta a ir mucho más lejos aún.

Heterodoxias que entraban dentro del campo de lo pura y simplemente inconcebible hasta hace un cuarto de hora, imperdonables pecados mortales como el de imprimir dinero en los sótanos del Banco Central a fin de monetizar la deuda de los Estados, se contemplan ahora mismo como hipótesis de trabajo razonables en el seno de su consejo de administración. Y es que, aunque la financiación directa a los Estados por parte del Banco reste prohibida de forma expresa en los Tratados, hay unos cuantos centenares de abogados en Bruselas que a buen seguro encontrarán la manera elegante de burlar ese incordio. A la vuelta del verano no habrá, pues, ni memorándum, ni prima de riesgo desbocada, ni hombres de negro, ni grandes tijeras en el BOE. Tampoco crujir de dientes en Moncloa. No, el Reino de España no va a verse sometido a un humillante rescate encubierto, otro más. Ni a corto ni a medio plazo ocurrirá tal cosa. Lo que implica que fallará eso que un marxista de los antes hubiera llamado las condiciones objetivas para que Podemos se viese forzado a abandonar el Gobierno. Si en septiembre hay sardina, también aplaudirá la foca del PNV. Y con ella, el resto de los pequeños oportunistas periféricos, siempre prestos a mercadear sus favores a cambio de las migas que se le puedan caer de la mesa a Montero. Perded toda esperanza: el Gobierno no caerá.

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