THE OBJECTIVE
Antonio Camunas

El insustituible papel de la diplomacia

La Santa Sede mantiene abiertos los cauces diplomáticos aún en las condiciones más extremas, convencida de que ninguna tecnología puede sustituir la capacidad humana de estar sobre el terreno para establecer sintonías, buscar vías de acercamiento y a la postre lograr un entendimiento que resulte favorable para ambas partes

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El insustituible papel de la diplomacia

La Santa Sede mantiene abiertos los cauces diplomáticos aún en las condiciones más extremas, convencida de que ninguna tecnología puede sustituir la capacidad humana de estar sobre el terreno para establecer sintonías, buscar vías de acercamiento y a la postre lograr un entendimiento que resulte favorable para ambas partes

Siempre hemos sido críticos con los países que –frente a cualquier conflicto bilateral- optan por romper relaciones diplomáticas fiando sus cartas a los recursos que pueden proporcionarles los servicios de Inteligencia.  La Santa Sede, por el contrario, mantiene abiertos los cauces diplomáticos aún en las condiciones más extremas, convencida de que ninguna tecnología, por sofisticada que resulte, puede sustituir la capacidad humana de estar sobre el terreno para establecer sintonías, buscar vías de acercamiento y a la postre lograr un entendimiento que resulte favorable para ambas partes.

En el restablecimiento de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos han jugado un papel crucial  –además de la figura del Santo Padre- un puñado de hombres formados en la Academia Pontificia Eclesiástica (la Escuela Diplomática Vaticana) y personalmente próximos al conflicto: El Secretario de Estado, Pietro Parolin, fue nuncio en Venezuela, y su inmediato subordinado, Angelo Becciu, ocupó la nunciatura apostólica en La Habana. Bajo sus auspicios se ha reunido un muy reducido grupo de emisarios de los dos gobiernos en litigio en busca de una salida a más de medio siglo de un enfrentamiento en última instancia estéril.

Para este trascendente episodio no ha hecho falta movilizar a la opinión pública a través de los medios de información o contar con las ahora omnipresentes redes sociales. Ha bastado con el buen criterio, la determinación y el talento de unos pocos seres humanos  que, alejados de la asfixiante presión de los focos, han podido trabajar discretamente con el poder delegado de sus respectivos líderes en aras de un acuerdo satisfactorio.

Este histórico acontecimiento no hace sino reafirmar nuestro convencimiento del gran valor que supone contar con las personas que puedan desempeñar las imprescindibles labores de mediación, acercamiento y encuentro en unas sociedades cada día más polarizadas y crispadas, cuando no directamente enfrentadas. 

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