THE OBJECTIVE
Víctor de la Serna

El mal menor es el bien mayor

«Biden es un señor mayor, ex vicepresidente, sin enormes talentos políticos ni planes novedosos, pero a estas alturas el mal menor, si se trata de una persona digna, se convierte en el bien mayor»

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El mal menor es el bien mayor

MIKE SEGAR | Reuters

Va a ser una jornada histórica en medio de una catástrofe histórica, y su resultado podría acrecentar esa catástrofe: el martes 3 de noviembre los Estados Unidos eligen presidente, y el contraste entre el titular, Donald Trump, y el oponente, Joe Biden, es mucho más grande que el que pueda existir entre sus programas políticos, porque toca la fibra más profunda de los valores éticos y democráticos de la sociedad norteamericana, que es como decir los valores sobre los que se sustenta nuestra civilización occidental.

Los muchos admiradores de Trump en la derecha española se acercan, generalmente sin tanto fanatismo, a la fe ciega de sus admiradores estadounidenses, que ven a un líder que desmonta caras medidas medioambientales y de salud para favorecer la actividad empresarial y reducir los impuestos de los más afortunados. Los detractores, algunos de los cuales vienen siguiendo sus pasos desde una portada del New York Times hace 47 años en la que aparecía por vez primera un joven casero con un emporio de edificios en barrios humildes que maltrataba a sus inquilinos negros, lo conocen como un tramposo sin escrúpulos que construyó su fortuna arruinando a sus propios socios –como en sus casinos de Atlantic City-, evitando por medios lícitos e ilícitos pagar impuestos y lanzándose a iniciativas, como las de hacer reality en televisión o presentarse a la Presidencia, sencillamente para evitar la ruina.

Sin más programa que su lucha contra la inmigración más la desregulación de todos los sectores, Trump ha utilizado durante estos años los resortes de un Estado democrático a beneficio propio, y un segundo mandato acentuaría su desmontaje de los principios constitucionales de unos Estados Unidos en vías de romper con un siglo de dolorosa normalización de las relaciones raciales para convertirse de nuevo en un país en guerra civil –con millones de ciudadanos armados- entre una extrema derecha blanca envalentonada y las minorías étnicas negra e hispana.

La ayuda de Rusia a Trump en 2016 con las nuevas armas nacidas de internet ha quedado clara, y esta vez se acentúan las maniobras de desinformación de rusos, chinos o iraníes, que se benefician del desorden en Estados Unidos y del alejamiento entre los aliados occidentales.

Enfrente, Biden es un señor mayor, ex vicepresidente, sin enormes talentos políticos ni planes novedosos, pero a estas alturas el mal menor, si se trata de una persona digna, se convierte en el bien mayor. Además, ha tenido la habilidad de mostrar una actitud mucho menos radical que otros demócratas sobre la economía, y los empresarios han respirado.

La indiferencia catastrófica de Trump ante la pandemia, descontrolada en el país, está pesando más que los problemas económicos y éticos en la mente de los votantes, que dan a Biden una ventaja aparentemente sólida. ¿Será suficiente para desequilibrar la balanza y dar la victoria a los demócratas? Tras la sorpresa de 2016, casi nadie está seguro. El voto no es directo, sino que determina un colegio electoral que es el que elige, y en 2016 eso fue lo que acabó con la ventaja de Hillary Clinton. Y el descarado Trump ya ha puesto en marcha todos los obstáculos al voto por correo y promete acciones en justicia si no gana.

¿En justicia o en la calle? Las milicias trumpistas amenazan con la violencia.

Europa, atacada por un Trump que nos impone aranceles injustos, que quiere limitar la entrada de estudiantes y periodistas extranjeros, que no cree en la cooperación militar, necesita el mal menor Biden. Necesita recomponer una alianza atlántica para que los múltiples imitadores populistas de este personaje estrambótico se vean frenados, a la derecha como a la izquierda, desde Víktor Orban hasta Pedro Sánchez.

¿La alternativa? Pues que la ruina económica y sanitaria mundial se acentúe, y la pérdida de libertades haga que el sistema democrático quede en un recuerdo tan borroso como las monarquías absolutas.

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