THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

El miedo y el peligro

El peligro es una probabilidad de que una contingencia resulte en daño de alguien o algo. Es un fenómeno real, que podemos advertir o no, y ante el cual podemos reaccionar con calma o con esa sensación de angustia a la que llamamos miedo.

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El miedo y el peligro

El peligro es una probabilidad de que una contingencia resulte en daño de alguien o algo. Es un fenómeno real, que podemos advertir o no, y ante el cual podemos reaccionar con calma o con esa sensación de angustia a la que llamamos miedo. La relación entre la realidad y nuestros sentimientos hacia ella es ambigua y compleja. El médico Hans Rosling, que ha dedicado su vida a dar a conocer la realidad sobre cómo está el mundo, pone en su libro póstumo, Factfulness, algún ejemplo llamativo. Por ejemplo, tras el escape en la central nuclear de Fukushima, huyeron de la zona miles de japoneses huyendo de las radiaciones. La huida provocó 1.600 muertes, principalmente por estrés entre las personas más delicadas. Les mató el miedo, pues el riesgo de morir por radiación es nulo. Incluso la OMS no ha podido documentar una muerte causada por la radiación en Chernóbil, que estalló hace ya 32 años. Rosling cuenta también la histeria de la prensa sueca con motivo de la muerte de un compatriota entre las garras de un oso en 2004, cuando el riesgo es mínimo: el precedente data de 1902; un siglo antes.

En política también hay riesgos; mucho mayores que los que proceden de las catástrofes naturales o de los accidentes que provocan el azar o nuestros errores. La unidad de cuenta de las víctimas de las malas ideas en política, léase socialismo, es de diez millones de muertos. Y también hay miedo, claro está. El miedo, de hecho, es el principal argumento político. El miedo al poder excesivo, desbocado, es lo que ha generado la mejor literatura en filosofía política.

Miedo hay también al ras de la política. Vox inspira miedo. No sé si es impostado o no, pero está en las conversaciones privadas, en las que se hacen públicas en las redes sociales, y en los mensajes políticos acríticamente vertidos por los medios de comunicación. La sociedad española tiene una nueva amenaza. Los españoles pisan desde las elecciones andaluzas una calle distinta, incierta, amenazadora. Está por ser la primera vez que me pronuncie sobre ellos y no sea en contra, pero me pregunto ¿a quién han amenazado en política? Han dejado claro que expulsarán a los inmigrantes en situación irregular, si cuentan con los resortes para hacerlo. Pero más allá de hacer cumplir la ley, ¿contra qué colectivo han llamado a la violencia?

Yo no he oído a Santiago Abascal pedir a sus seguidores que agredan a los tertulianos de izquierda, pero sí se lo he oído a Pablo Iglesias. No le he oído llamamientos a las barricadas contra los votantes de otro partido, como ha dicho Iglesias. No está financiado por un régimen que encarcela a los opositores, y que los mata en las calles a manos de una policía de partido. Quizás el miedo y el riesgo estén, también aquí, cada uno por su lado.

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