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Ricardo Dudda

El nuevo curso político y los problemas reales

«Las cortinas de humo de la memoria histórica y la llegada del fascismo están agotadas. Sánchez necesita encontrar nuevos chivos expiatorios»

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El nuevo curso político y los problemas reales

Juan Carlos Hidalgo | EFE

Tras varios años de debates simbólicos y etéreos, de una conversación pública (o mediática) centrada exclusivamente en la polarización y en guerras culturales, el nuevo curso político empieza con debates mucho más reales, como por ejemplo la subida del precio de la luz o la del salario mínimo (después de otra cuestión muy real como la crisis de Afganistán). El tema catalán, que es un tema importantísimo pero que el Gobierno suele afrontar desde el enfoque cultural (las verdaderas políticas de la identidad, o de la gestualidad, en España tienen que ver con el nacionalismo catalán), está aparcado. El Gobierno no ha contactado con los independentistas en agosto para concretar una fecha para la mesa del diálogo, no está claro si participará Pedro Sánchez y además ha sacado del plan anual normativo para 2021 la reforma del delito de sedición que prometió el presidente.

¿Es algo intencionado? Quizá tenga algo que ver la remodelación de Gobierno que hizo Sánchez antes de las vacaciones. Fueron destituidos Iván Redondo, el chieff of staff plenipotenciario de Sánchez obsesionado con la guerra mediática, y pesos pesados como José Luís Ábalos o Carmen Calvo, fieles sanchistas (y recientemente Adriana Lastra ha sido retirada de portavoz en el Congreso). Pero también puede ser la falta de práctica de los nuevos ministros, no tan curtidos en la polarización como Ábalos, Calvo o Lastra (aunque esta última no formaba parte del ejecutivo), o la fatiga ciudadana y mediática. Las cortinas de humo de la memoria histórica y la llegada del fascismo están agotadas. Sánchez necesita encontrar nuevos chivos expiatorios.

El cambio de Gobierno no fue tan estratégico como muchos interpretaron. Fue una renovación de supervivencia. Los ministros de Sánchez, como ha escrito Daniel Gascón, no se evalúan «por su gestión para todos, sino por su eficacia como pararrayos: mientras los errores parezcan solo suyos».  Marlaska es quizá uno de los pocos que aguanta en el gobierno tras haberse comido todos los marrones (propios y endilgados por su jefe). Es posible que tarde o temprano, por culpa de la subida del precio de la luz, la ministra Teresa Ribera acabe también quemada. La idea de fondo es siempre proteger al líder. Las victorias son suyas, los errores de sus ministros, que son contingentes. Los debates se abren si con ello el líder cree que puede alienar a los adversarios y atraer a los suyos. Si cree que el foco hoy ha de ser la «recuperación justa» y la subida de las pensiones y del SMI es porque sabe que hay algo que le servirá de pararrayos, como las ayudas europeas.

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