THE OBJECTIVE
José María Marco

El nuevo mundo

La victoria de Donald Trump es, en primer lugar, la derrota de la Historia. Buena parte de los Estados Unidos y casi todo el resto del mundo han vivido hasta hace unas horas en la ilusión que la Historia estaba de su lado. Y por muy poco, que se había acabado. Con Hillary Clinton, Obama y todo lo que representan los dos habíamos llegado al alumbramiento de un mundo nuevo, en el que todo lo que ellos se habían esforzado por no representar quedaba atrás.

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El nuevo mundo

La victoria de Donald Trump es, en primer lugar, la derrota de la Historia. Buena parte de los Estados Unidos y casi todo el resto del mundo han vivido hasta hace unas horas en la ilusión que la Historia estaba de su lado. Y por muy poco, que se había acabado. Con Hillary Clinton, Obama y todo lo que representan los dos habíamos llegado al alumbramiento de un mundo nuevo, en el que todo lo que ellos se habían esforzado por no representar quedaba atrás.

Pues bien, ha puesto las cosas el ciudadano tímido, aquel que no se fía de nada y se limita a depositar su voto el día de las elecciones, sin decir a nadie lo que piensa hacer porque sabe el destino que le reservaban los dueños de la Historia.

Todas esas voces que los (ex)triunfadores habían decidido que debían ser dejadas atrás –los “deplorables”, los “fracasados”, los “derrotados”- se han unido detrás de un improbable candidato que ha sido el único que se ha atrevido a elevar la voz por ellos.

Está por ver qué línea de conducta seguirá este megalómano multimillonario que ha ganado la apuesta más improbable del mundo. Por ahora, y durante unos días, será el representante de todos aquellos que la Nueva América, el Nuevo Mundo, el Nuevo Universo se aprestaba a sepultar en el olvido: pequeños empresarios, personas de clase media, gente con problemas, individuos sin adscripción a una minoría de esas que aspiran a gobernar y monopolizar el bien común…

La derrota de Clinton también es la derrota de una sociedad que se disponía a anular este mismo bien común bajo la avalancha de quejas nacidas de grupos que no reconocen más soberanía que la de su propia identidad. Frente a la cultura de la queja, se insinúa una mayoría distinta, que no quiere renunciar a los principios en los que creía que se fundaba América.

Habrá que ver si Trump es capaz de gestionar esta mayoría. Obama no fue capaz de gestionar la suya, que nos iba a conducir a un mundo “postracial” y “postpartidista” y nos ha llevado a otro aún más dividido y enfrentado.

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