THE OBJECTIVE
Javier Quero

El pelotazo

Si el fútbol no existiera, habría que inventarlo. El espectáculo creado en torno a este deporte es un placebo masivo que aleja a la población de las preocupaciones diarias, susceptibles de resumirse en la pregunta «por qué cada día nos cuesta más caro vivir peor».

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El pelotazo

Si el fútbol no existiera, habría que inventarlo. El espectáculo creado en torno a este deporte es un placebo masivo que aleja a la población de las preocupaciones diarias, susceptibles de resumirse en la pregunta «por qué cada día nos cuesta más caro vivir peor».

Si el fútbol no existiera, habría que inventarlo. El espectáculo creado en torno a este deporte es un placebo masivo que aleja a la población de las preocupaciones diarias, susceptibles de resumirse en la pregunta «por qué cada día nos cuesta más caro vivir peor». Ya señaló el maestro Mingote que el fútbol es el acontecimiento más social de cuantos se conocen, pues consiste en veintidós millonarios en calzoncillos persiguiendo un balón para divertir a una multitud de mileuristas.

Poco a poco, nos vamos enterando de que los auténticos pelotazos no se dan en el campo, sino en los despachos. Los dirigentes del fútbol mundial chapotean entre investigaciones criminales y sospechas de corrupción. Detrás de un saque de fuera de banda se esconde lo que se saca fuera una banda. Por encima de los grandes titulares con que cuenta un banquillo, otros se hacen titulares de grandes cuentas en un banco. Y cuando se celebra un buen partido, alguien célebre se las apaña para sacar aún mejor partido.

El modo de referirse a los protagonistas de un encuentro define la dedicación de cada cual. Los jugadores suelen ser citados por un único apelativo, bien sea nombre o apellido: Cristiano, Messi o Aduriz. A veces, se emplean diminutivos, como Juanfran, Juanmi o Juanlu; imposibles de aplicar a los árbitros, aludidos siempre por el rigor de los dos apellidos. Señores llamados Undiano Mallenco, Brito Arceo o Mejuto González no pueden encontrar otro trabajo en esta vida que no sea el de árbitro de fútbol. Siguiendo la tradición, urge aplicar esta norma a quienes aspiran a ocupar los puestos claves de la FIFA. Con directivos llamados Patrocinio Trucado, Claro Corrupto o Fructuoso Trincón, nadie podrá albergar dudas sobre sus cometidos. Debería crearse una comisión para su estudio, pues sabido es que en este negocio prevalece el resultado de las comisiones.

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