THE OBJECTIVE
Hermann Tertsch

El piloto jordano y nosotros

En las tertulias y supongo que también en los editoriales en estos próximos días nos recordarán que nos tiene que parecer muy mal aquí en Europa que se hagan esas cosas.

Opinión
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El piloto jordano y nosotros

En las tertulias y supongo que también en los editoriales en estos próximos días nos recordarán que nos tiene que parecer muy mal aquí en Europa que se hagan esas cosas.

En Jordania han ejecutado a dos yihadistas en respuesta al asesinato del piloto Moaz al Kasasbeh por el Estado Islámico. En las tertulias y supongo que también en los editoriales en estos próximos días nos recordarán que nos tiene que parecer muy mal aquí en Europa que se hagan esas cosas. Eso de ejecutar a dos prisioneros enemigos en represalia por un crimen es algo impropio de caballeros. Y es cierto. No se suele hacer. No se debe hacer. En condiciones normales. Probablemente lo único que han logrado las autoridades jordanas ahorcando a dos yihadistas -que no habían ejecutado antes por si podían servir en algún hipotético canje- es rebajar la tensión entre su propia población. Que, profundamente agredida por las imágenes del joven piloto ardiendo en la jaula, necesitaba alguna inmediata satisfacción. La sociedad jordana está en el frente de guerra. Tiene la guerra no solo a pocos kilómetros de su frontera. La tiene en casa. Tiene al Estado Islámico dentro. Aún más, mucho más, que nosotros. Y pretende sobrevivir sin caer en manos de quienes degüellan y queman en jaulas y pronto empalarán a sus víctimas para mostrárselo al mundo en videos exquisitamente producidos. El empalamiento o el descuartizamiento serán previsiblemente los próximos pasos. Tampoco hay muchas más formas de elevar el horror. La sociedad jordana sabe que está en guerra con esa gente que quiere mandar sobre sus vidas y las de sus hijos. Nosotros nos diferenciamos de ellos ante todo en que no somos conscientes de que con nosotros quieren hacer exactamente lo mismo que con los jordanos. Pero éstos saben donde están. Nosotros aún estamos en la fase de creer que hablamos de literatura. Todavía estamos lejos de enterarnos de que, parafraseando a Jaime Gil de Biedma, “la vida iba en serio”. Pero no les ha bastado a muchos con condenar estas ejecuciones que todo el que conozca un poco Oriente Medio y las actuales circunstancias ha de comprender. Han asegurado que con esta dos muertes Jordania se ha puesto al mismo nivel que el Estado Islámico. Y esto resulta grotesco e intolerable. ¡Cuánta osadía! Periodistas y políticos sentados en estudios por España dan lecciones a un país que lucha por no ser el siguiente en sufrir la mordida de parte de su territorio como nueva conquista del Califato yihadista. E inmediatamente equiparan a los agresores con las víctimas en esa funesta y despreciable manía de la equidistancia moral.

Aquí hablamos de esa guerra en la que estamos, queramos o no, como si fuera un acontecimiento histórico pasado o lejano que podemos juzgar para exponer nuestra bondad, generosidad o criterio. Sin que el resultado de cada decisión nos afecte ni nos cueste nada. Todos creen en su infinita frivolidad e ignorancia que la piedad y la bondad son gratis cuando se va a la guerra o se está en ella. Las últimas barbaridades del Estado Islámico han animado a algunos pocos opinadores españoles a dar prioridad a una verdad en detrimento de la pose. No suele ser frecuente. Ni suele durar mucho. Pero conmovidos por la brutalidad de las últimas imágenes han expresado la necesidad de destruir a este enemigo que tenemos. De matar al enemigo. Cuando hace seis años pedí ante las cámaras decisión para combatir a este enemigo de la única forma eficaz y posible, que es buscándolo y dándole muerte, la televisión creada por los amigos de Rodríguez Zapatero, el artífice de la Alianza de Civilizaciones, la Sexta, utilizó un programa del bufón Wyoming en el que, con un video manipulado -sin advertir que lo estaba- se me hizo decir lo que no había dicho para ridiculizar aquella posición. La que hoy defiende todo el que tenga un dedo de frente. Entonces comenzó una campaña contra mi persona en un intento de acabar profesionalmente conmigo que incluyó todo tipo de calumnias, acosos y desprecios, con serios efectos para mi vida profesión y personal y mi familia. Yo sabía entonces que tenía razón y sé que la tengo ahora.

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