THE OBJECTIVE
Hermann Tertsch

El poder del mal

El yihadismo ha cubierto diversas etapas de terror en las cuatro pasadas décadas hasta llegar a su apoteosis de crueldad en estos años. No hay ahí fanatismo errado de una religión buena. No hay un ápice de bondad en la voluntad de infligir daño innecesario a inocentes para beneficiarte del favor del dios insaciable en su sed de sangre.

Opinión
Comentarios

El yihadismo ha cubierto diversas etapas de terror en las cuatro pasadas décadas hasta llegar a su apoteosis de crueldad en estos años. No hay ahí fanatismo errado de una religión buena. No hay un ápice de bondad en la voluntad de infligir daño innecesario a inocentes para beneficiarte del favor del dios insaciable en su sed de sangre.

Habrá quien diga que alguien que convence a una niña para que detone una bomba cuando se vea rodeada de gente en una calle concurrida o un mercado o una estación solo necesita una convicción suficientemente fuerte. Habrá quien piense que es una fe muy intensa, muy fuerte y rotunda la que lleva a convertir en suicida a una niña de diez años y consigue que la pequeña arrastre a la muerte al mayor número posible de ciudadanos desconocidos e inocentes. Cierto que hay en ello mucho, muchísimo del peor fanatismo y entrega delirante a un dios insaciable de dolor y venganza y sangre. Lo hay en estos atentados con niñas perpetrados por Boko Haram en esta región cada vez más grande en la que el estado islámico del África negra aumenta sin cesar sus actividades, su presencia, su poder y su terror. Lo hay en todos los atentados islamistas que perpetran a diario por todo el mundo creyentes obsesionados por entregar a Alá su vida y la de todos los no creyentes que puedan matar. En el Estado islámico, en todo Oriente Medio, en Europa, en América y en Asia. También en Oceanía. Hay cientos de religiones en el mundo. Hay tres grandes religiones del libro y otras cuatro o cinco significativas.

En el siglo XXI todos los atentados, todas las agresiones a inocentes, toda la violencia, todo el terror sin mayor excepción, han sido cometidos en nombre de una sola de ellas. Es una religión que practican mucho más de mil millones de habitantes de esta tierra. Cientos de millones de musulmanes que tienen los mismos criterios básicos sobre el bien y el mal que el resto de la humanidad. Y sin embargo, es de su religión, de una perversión de la misma quizás, de la que surge una voluntad irrefrenable y obsesiva de hacer el mal a otros seres humanos, de transgredir toda cota y todo límite del daño. Y de no reparar en crueldad, engaño, bajeza, ruindad, horror y traición para generar ese mal, ese dolor a otros seres humanos que son elegidos para sufrir y morir por no participar en la sumisión al mismo dios. El yihadismo ha cubierto diversas etapas de terror en las cuatro pasadas décadas hasta llegar a su apoteosis de crueldad en estos años. No hay ahí fanatismo errado de una religión buena. No hay un ápice de bondad en la voluntad de infligir daño innecesario a inocentes para beneficiarte del favor del dios insaciable en su sed de sangre. Hay odio y fanatismo pero mezquino comercio con su dios al que se alimenta con vidas ajenas a cambio no solo del paraíso en la otra vida, sino la franquicia en la tierra de esa nauseabunda, primitiva y cruel arbitrariedad del mal.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D