THE OBJECTIVE
Gemma Bargues

El postureo de la igualdad de género

Y ésta es la noticia señores. Y yo me pregunto, como mujer que lucha contra la desigualdad (no sé si por postureo o no): ¿debo sentirme orgullosa de esta superioridad femenina de la que gozan las mujeres tuareg?, ¿lo debo interpretar como un logro y un bofetón contra el machismo? Diría que no.

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El postureo de la igualdad de género

Y ésta es la noticia señores. Y yo me pregunto, como mujer que lucha contra la desigualdad (no sé si por postureo o no): ¿debo sentirme orgullosa de esta superioridad femenina de la que gozan las mujeres tuareg?, ¿lo debo interpretar como un logro y un bofetón contra el machismo? Diría que no.

Nos encanta el postureo, a todos y en todo; porque el postureo lo hace todo mucho más divertido y banal, incluso cuando hablamos de realidades como la lucha por la igualdad de género. Puro postureo del que tanto hombres como mujeres sacan partido:

Ellos, para seguir presumiendo de cobrar más por ocupar el mismo puesto que una mujer -y tan ricamente-, para seguir diciendo aquello de “mujer al volante, peligro constante” o, simplemente, para justificar una supuesta fuerza viril que no hay por dónde cogerla (hoy en día, en esas barbas de hipsters, tan viriles); ellas, nosotras, para seguir teniendo un motivo al que agarrarnos cuando algo nos parece injusto, para consolar nuestros desamores con aquello de “todos los hombres son iguales, unos machistas” o, simplemente, para entrar gratis a muchas discotecas –y tan ricamente-.

Y ahora, resulta que se habla del Tuareg, un pueblo africano donde la mujer es la que lleva los pantalones y, entonces, nos venimos arriba.

Y entiendo qué es lo llamativo de la noticia: resulta que hay un pueblo que se extiende por cinco países del Sahara, con fuertes tintes ideológicos del Islam y en el que, fíjate lo que son las cosas, las mujeres son las que dirigen la batuta: ellas son las propietarias del hogar, gozan de autoridad y respeto en la comunidad, participan en los consejos y asambleas, pueden divorciarse y casarse con otro pretendiente si se considera maltratada por el esposo y no son ellas -esta vez esto es cosa de hombres- las que deben ocultar su rostro con un velo islámico.

Y ésta es la noticia señores. Y yo me pregunto, como mujer que lucha contra la desigualdad (no sé si por postureo o no): ¿debo sentirme orgullosa de esta superioridad femenina de la que gozan las mujeres tuareg?, ¿lo debo interpretar como un logro y un bofetón contra el machismo? Diría que no.

No se nos debería llenar la boca cuando hablamos de sociedades en las que ella está por encima de él, por muchos golpes que nos haya dado la historia, tanto occidental como oriental; una historia llena de hombres de pelo en pecho y mujeres denigradas solo por su sexo. Seamos iguales, sin pechos peludos ni sostenes al aire de por medio.

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