THE OBJECTIVE
Melchor Miralles

El punto álgido

Discrepo. Estos puntos álgidos de organizaciones como Naciones Unidas son una coña que ofende. En el confort del primer mundo, en el universo de los bienpensantes, “siempre” seleccionan para soldados a los niños más desdichados.

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El punto álgido

Discrepo. Estos puntos álgidos de organizaciones como Naciones Unidas son una coña que ofende. En el confort del primer mundo, en el universo de los bienpensantes, “siempre” seleccionan para soldados a los niños más desdichados.

Vuelvo al mismo asunto. Porque lo merece. Esta fotografía de Reuters me ha impedido centrarme en ninguna otra hoy en The Objective. Desde la primera vez que pisé Africa, la mirada de los niños me pellizcó el alma, y no tiene cura. Ni quiero que la tenga. Quizá estos dos sean los siguientes niños a los que algún canalla obligue a convertirse en soldados. Porque ya advierte la noticia que han saltado las alarmas, ahora en Sudán del Sur, y el problema “alcanza su punto álgido”.

Discrepo. El problema está en ese punto desde que surgió. Estos puntos álgidos de organizaciones como Naciones Unidas son una coña que ofende. Sucede como con la pederastia. En el confort del primer mundo, en el universo de los bienpensantes, no preocupa este asunto, porque “siempre” seleccionan para soldados a los niños más desdichados, hijos de los nadie, y porque siempre violan a los niños de la calle, pero muchos limpian sus conciencias con algún donativo a una ONG. Hasta que un día se lo hagan a alguno de sus hijos. Entonces despertarán. Pero entonces, siempre es tarde. Porque sí, los niños que matan no querían hacerlo, pero si lo hacen es porque alguien les enseñó y les obligó a ello.

En la imagen uno llora, y se seca las lágrimas inocentes con la mano derecha. Su ojo izquierdo refleja inquietud. Está en brazos, quizá, de su hermana, sudorosa también, tanto como amorosa, con la mirada de la inocencia, pero a la vez con la mirada de quien se va a hacer adulto antes de tiempo.

Cada día miles de niños son forzados a convertirse en soldados mortíferos. No es de ahora. Y cada uno de esos miles de niños sufre para siempre en su vida, si la salva, un impacto devastador. Y el origen de este horror está en los criminales de cuello blanco y en los gobernantes que embarcan a otros en guerras para enriquecer sus cuentas corrientes o salvar el culo en las siguientes elecciones. Esto es lo que hay. Los niños no querían hacerlo. Pero les obligan. Y la ONU que no se llame andana. Este problemón está en su punto álgido desde hace demasiado tiempo.

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