THE OBJECTIVE
Fernando Garcia Iglesias

El tedio nacionalista

Como el sopor de las primeras horas de una calurosa tarde de verano tras una comida copiosa, recostado en el sofá, con los documentales de La2 en la tele, así es la sensación que me produce este interminable runrún del independentismo catalán y del nacionalismo en general.

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Como el sopor de las primeras horas de una calurosa tarde de verano tras una comida copiosa, recostado en el sofá, con los documentales de La2 en la tele, así es la sensación que me produce este interminable runrún del independentismo catalán y del nacionalismo en general.

Como el sopor de las primeras horas de una calurosa tarde de verano tras una comida copiosa, recostado en el sofá, con los documentales de La2 en la tele, así es la sensación que me produce este interminable runrún del independentismo catalán y del nacionalismo en general. Hubo otro tiempo en que me enzarzaba en acaloradas discusiones sobre lo venenoso de la visión nacionalista y su manera de meter sus ponzoñosas manos en la vida privada y en las mentes de sus súbditos, pero su obcecación es tan inquebrantable y sus discursos tan tediosos que yo ya he arrojado la toalla. Quizás fuera ese su plan durante todas estas décadas, aburrirnos hasta la victoria.

No solo cansinos, sino ?lo que es aún peor? horteras sin remedio. Esos baños de masas envueltas en las esteladas, cantando himnos decimonónicos con lágrimas en los ojos, en comunión casi espiritual con unos líderes de medio pelo, producen un repelús por la sobreabundancia del sentimiento, por lo incontrolable de la emoción en los alardes de patriotismo desnudo. El ‘kitsch’ del nacionalismo, como bien lo caracterizó Muñoz Molina. Tan ridículos son el toro de Osborne y la flamenca sobre la mantel de ganchillo encima de la televisión como las manifestaciones identitarias de miles en miles en pleno siglo XXI. 

Me pilla el proceso electoral de Cataluña releyendo algunos libros de George Santayana. De padres catalanes, nacido en Ávila, emigrado de joven a Estados Unidos y ciudadano del mundo, quizás el más grande filósofo que ha dado nuestro país en los últimos siglos. Viene muy a cuento recordar a todos aquellos cansinos y horteras del independentismo catalán a pocos días de su puesta en marcha, que, como decía Santayana, «el nacionalismo es la indignidad de tener un alma controlada por la geografía».

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