THE OBJECTIVE
Pilar Cernuda

El temor del PSOE

Lo confesaba el pasado jueves un dirigente socialista colaborador del presidente: “El resultado que más nos preocupa de las primarias del PP es que las gane Soraya”. Añadía, eso sí, que en cualquier caso estaba convencido de que en estos momentos y dentro de dos años Pedro Sánchez ganaría a Soraya o a cualquiera que se le pusiera por delante, solo faltaba que un leal al presidente dudara de sus capacidades… pero le preocupaba Soraya.

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El temor del PSOE

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Lo confesaba el pasado jueves un dirigente socialista colaborador del presidente: “El resultado que más nos preocupa de las primarias del PP es que las gane Soraya”. Añadía, eso sí, que en cualquier caso estaba convencido de que en estos momentos y dentro de dos años Pedro Sánchez ganaría a Soraya o a cualquiera que se le pusiera por delante, solo faltaba que un leal al presidente dudara de sus capacidades… pero le preocupaba Soraya.

Ganó Soraya, pero Pablo Casado no se ha conformado y pretende quitarle la corona. Con la ayuda inestimable de María Dolores de Cospedal, que antes de retirarse de la escena política –dicen los suyos que son sus intenciones- quiere deshacerse de quien ha sido su rival en los últimos años. No se sabe bien por qué, pero es un hecho incuestionable que Soraya y Cospedal se detestan, y la todavía secretaria general quiere hacerse un favor a sí misma y encumbrar a Casado para enviar a Soraya a las tinieblas. O al ejercicio de la abogacía del Estado. Asunto curioso, si se recuerda que hace solo cinco días Cospedal acusaba a Casado de ser un agente del aznarismo, y Casado acusaba a Cospedal de boicotear sus actos electorales y de presionar a los dirigentes regionales para que no le votaran.

Se equivoca Casado al mantener su candidatura y no aceptar que Soraya le ha ganado las primarias. Se equivoca porque su postura irredenta puede hacer saltar al PP por los aires; se equivoca porque no vale el argumento de que Soraya le ha ganado por poco, que 1500 votos de diferencia es un empate técnico. Lo sería si fueran dos los candidatos, pero eran seis. El Psoe aceptó sin un solo gesto de contrariedad que Zapatero ganara a Bono por 9 votos y Rubalcaba a Chacón por 29.

Se equivoca Pablo Casado porque echa abajo las señas de identidad de su partido, que gobierne la lista ganadora y el rechazo a los pactos de perdedores. Esto último es exactamente lo que pretende hacer un Casado que, por otra parte, es un candidato espléndido para el futuro si se olvida del empecinamiento actual, logra una lista de consenso con el puesto que le apetezca más y, de la mano de Soraya, se conviertan los dos en impulsores de un nuevo PP que puede ganar a Sánchez a poco que se empeñen.

Las prisas en política nunca son buena cosa. Y cuando echan por tierra los principios básicos del partido, todavía menos.

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