THE OBJECTIVE
Javier Capitan

El "zapatófono"

Ayer estuve en el Mobile World Congress y viajé hacia atrás en el tiempo. Puede que muchos no se acuerden y que los más jóvenes ni se lo imaginen, pero hubo un tiempo en el que no había teléfonos móviles.

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El «zapatófono»

Ayer estuve en el Mobile World Congress y viajé hacia atrás en el tiempo. Puede que muchos no se acuerden y que los más jóvenes ni se lo imaginen, pero hubo un tiempo en el que no había teléfonos móviles.

Ayer estuve en el Mobile World Congress y viajé hacia atrás en el tiempo. Puede que muchos no se acuerden y que los más jóvenes ni se lo imaginen, pero hubo un tiempo en el que no había teléfonos móviles. Un tiempo en el que llamábamos a un sitio en lugar de a una persona, en el que telefoneabas a su casa o a la oficina a ver si tenías suerte y estaba. Hoy llamamos directamente a la persona, esté donde esté y con quien esté. Nuestras conversaciones empiezan por un “estoy en tal sitio”, una frase absurda hace unos años, como cuando mi hermana llamó a casa y me preguntó: “¿dónde estás?”. Dónde iba a estar, en casa.

Puede que parezca una película de ciencia ficción inversa, pero hubo un tiempo en el que en muchas casas no había teléfono. En muchos pueblos sólo había uno y era normal que alguien se acercara a casa para darte un «aviso de conferencia», que quería decir que al cabo de un buen rato te fueras al local del teléfono porque alguien iba a llamarte. Había familias que se ponían de acuerdo por carta para ir en un día y a una hora determinada a las centralitas telefónicas para llamarse y poder hablar. Y las urgencias había que planificarlas, porque desde el momento en que pedías una conferencia hasta que hablabas podía pasar más de una hora.

Hubo un tiempo en el que te aprendías los teléfonos de memoria y en el que había que hablar sin moverte del sitio dónde estaba el teléfono porque lo inalámbrico no existía. Se marcaban los números dándole vueltas a una rueda con agujeros. Tenías que hacer guardia junto al teléfono si no querías que tus padres supieran quién te llamaba. Si deseabas hablar con alguien desde la calle, entrabas en una cabina para la que necesitabas fichas telefónicas, una especie de monedas con un par de surcos que entraban por un agujerito especial.

Hubo un tiempo en el que lo único digno del Mobile World Congress era el «zapatófono» del Superagente 86. Ni mejor ni peor. Distinto.

 

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