THE OBJECTIVE
Pablo de Lora

Es «cosa de mujeres»

«Es evidente que interrumpir voluntariamente el embarazo es algo que sólo compete a las mujeres, pero en la comisión material pueden participar, y así ocurre frecuentemente, hombres. Así y todo, decidir poner en marcha ese proceso hace a las mujeres en todo caso coautoras. Sin su consentimiento no habría abortos»

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Es «cosa de mujeres»

Prepárense que vienen curvas. Abróchense los cinturones. ¿Listos?

Premisa 1: El aborto voluntario es una forma de violencia extrema contra un ser humano inocente.

Premisa 2: El 100% de los abortos voluntarios los cometen mujeres.

Conclusión: La peor forma de violencia es cosa de mujeres.

Llamaré a este truco de trilero la «falacia ad Lorente», una expresión de la falacia ecológica. El nombre se debe a Miguel Lorente, un prestigiado médico-forense, en buena medida autor «intelectual» de la Ley Integral de Violencia de Género de 2004 y exdelegado del Gobierno sobre esa materia y cuyas credenciales han sido objeto de controversia en los últimos días por dirigir e impartir un curso virtual de dudosísimo rigor académico («Masculinidad y violencia») tal y como ha puesto de manifiesto la sagaz e inquieta periodista Rebeca Argudo.

La falacia ad Lorente, como cualquier otra falacia, consiste en hacer pasar por un razonamiento deductivamente válido uno que sólo tiene apariencia de serlo. No se trata por tanto de que de manera evidente la conclusión no se siga de las premisas («Todos los hombres son mortales; Sócrates es un hombre, luego Roy Galán es un poeta incomprendido»). ¿Dónde está la bolita? ¿Dónde?

Nuestro primer y segundo cubilete, las premisas, parecen inobjetables. La primera en particular. En cuanto a la segunda, es evidente que interrumpir voluntariamente el embarazo es algo que sólo compete a las mujeres – aunque hoy hay quienes sostienen que también hay hombres con útero, podemos dejar este detalle a un lado- pero en la comisión material pueden participar, y así ocurre frecuentemente, hombres (el ginecólogo que practique la operación y el resto de personal sanitario que le auxilie). Así y todo, decidir poner en marcha ese proceso hace a las mujeres en todo caso coautoras. Sin su consentimiento no habría abortos.

Nuestra incomodidad se suscita por la forma de presentar la conclusión. No sólo porque, aun siendo cierto que el aborto es una forma de violencia contra un inocente, puede estar justificada como otras formas de violencia extrema (que el embarazo sea fruto de una violación es una razón ampliamente aceptada); no sólo porque también los hombres cometen actos de violencia extrema contra seres humanos inocentes (la muerte de un recién nacido a manos de un hombre no dista mucho de un aborto tardío), sino por ese sintagma «es cosa de mujeres», análogo a aquella célebre coletilla del anuncio de Soberano («es cosa de hombres»), que quiere dar a entender que es consustancial a la condición de ser mujer la de ser abortista. «Mujeres=aborto=violencia extrema contra un inocente». Abruma, ¿eh?

Pues bien, esto exactamente es lo que hace el Dr. Lorente cuando presenta de «forma gráfica» una fórmula «muy sencilla»: «violencia=hombres» (lo hace en uno de los materiales video-gráficos del curso que lleva por título «Hombres y violencia. De la teoría individual a la cultural»). ¿Sobre qué se apoya esa fórmula? Sobre un porcentaje incontestable: de acuerdo con las estadísticas internacionales el 95% de los actos de violencia son cometidos por hombres. Las objeciones a esa fórmula son tratadas por el Dr. Lorente como una suerte de «conspiraciones del machismo» (de hecho el Dr. Lorente hipostasia al machismo al que atribuye estrategias, intenciones y argumentos). Así, nos dice, «rápidamente» se apunta que la violencia es «multifactorial», cosa que el Dr. Lorente concede de puntillas, pero, apunta, cuando se dice eso se trata de «ocultar», se utiliza como «un argumento en contra» (igual que cuando se apela a las causas biológicas o sociales de la violencia). Pero, ¿en contra de qué? Pues lisa y llanamente en contra de la falacia que esconde la «fórmula Lorente».

Toca ir concluyendo. La falacia ad Lorente implica sostener que del hecho de que un porcentaje de todos los X (actos de violencia/abortos) sean Y (95% hombres/100% mujeres) cabe inferir que ese porcentaje de los Y son X («violencia extrema es cosa de mujeres/violencia es cosa de hombres»). Con otro ejemplo: si el 90% de los terroristas son musulmanes, ello no implica que el 90% de los musulmanes sean terroristas. La falacia ad Lorente puede funcionar como un pernicioso disolvente social, un factor de polarización contra los hombres, los musulmanes, los extranjeros, o… las mujeres mismas cuando algunas de ellas deciden abortar. Y también puede justificar, como así ha ocurrido, de hecho gracias al Dr. Lorente, diseños jurídicos e institucionales extravagantes como el de la Ley Integral de Violencia de Género promulgada en 2004: justificar que la agresión a la pareja o expareja mujer tenga mayor sanción cuando el autor es hombre por ser mayor el porcentaje de agresores que son hombres, permitiría, exactamente bajo el mismo razonamiento, que un ingreso mínimo vital tuviera una mayor cuantía para los negros si resultase que son proporcionalmente más los pobres de esa raza que los de cualquier otra. Un despropósito.

Nada de todo lo anterior empece para que tengamos en cuenta las correlaciones significativas pues esa es la condición necesaria para investigar mejor las muy diversas causas concurrentes en esas prevalencias o sobrerrepresentaciones y disponer así de mejores remedios y políticas públicas. Entre esas realidades está, en primer lugar, la extensión misma del fenómeno, su dimensión calibrada al conjunto de la población. En España, de acuerdo con los datos oficiales del Ministerio de Sanidad correspondientes al año 2019 se produjeron 99.149 interrupciones voluntarias del embarazo en centros acreditados, siendo la tasa de aborto de 11,53 por cada 1.000 mujeres. En 2019, 43 mujeres murieron a manos de su pareja o expareja hombre en España (la población total de mujeres en España es de más de 24 millones). En España, el aborto es cosa de (muy pocas) mujeres, y la violencia de género es cosa de (muy pocos) hombres.

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