THE OBJECTIVE
Inaki Arteta Orbea

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No es querer saber de los demás como los cotillas, es capturar experiencias ajenas para acomodarlas en nuestro silencio, ese espacio translúcido de la mente en el que reposan los susurros de otras vidas para formar parte de la nuestra.

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No es querer saber de los demás como los cotillas, es capturar experiencias ajenas para acomodarlas en nuestro silencio, ese espacio translúcido de la mente en el que reposan los susurros de otras vidas para formar parte de la nuestra.

Para no ser periodista, he hecho muchas entrevistas. Centenares. Y siento la certidumbre de que no se me da mal. ¿Por qué lo digo? Porque con el tiempo he descubierto que con una sencilla técnica es posible obtener buenos relatos. La técnica es tan fácil como mantenerse callado cuando te hablan. Es escuchar. Tú escuchas y vas preguntando para entender lo que te intentan narrar.

No hay que llevarse las preguntas hechas de casa, NO. No es hacer una pregunta detrás de otra siguiendo el guión que te has preparado. Se trata de dejar hablar, de aprehender lo que la otra persona expresa con todos los detalles posibles, para que cualquiera, al escuchar el resultado de la entrevista, pueda entender todos los extremos de un relato. Mientras escuchas, vas observando, casi oliendo, buscando fisuras para colarte en el que habla y situarte en el escenario de su historia, en su tiempo y lugar, para hacerte con un papel en su representación. En el mejor de los casos te conviertes en un actor secundario sin frase, en un figurante, cerca de la acción del protagonista pero sin intervenir. Escuchando, imaginas, casi tienes que tocar. Eres testigo del peligro, si es que lo hay, procuras no sufrir cuando se sufre, pero no puedes ayudar, ves lo que el entrevistado ve de la película de su vida y si quieres saber más es entonces cuando debes abrir la boca ¿por qué? ¿cuándo? ¿cómo?

El catálogo de nuestras vivencias se puede ampliar hasta el infinito si nos empeñamos en escuchar bien. Los relatos permanecerán en ti, y devores las historias que devores, vivirás con ellas en adelante. No es querer saber de los demás como los cotillas, es capturar experiencias ajenas para acomodarlas en nuestro silencio, ese espacio translúcido de la mente en el que reposan los susurros de otras vidas para formar parte de la nuestra.

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