THE OBJECTIVE
Andrea Fernández Benéitez

Esperanzas y quiebros para el futuro de nuestro modo de vida

«Llevábamos varias décadas en las que el mantra de la libertad de mercado como máxima rectora de nuestra organización social ha funcionado: los mercados pueden actuar, los gobiernos no»

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Esperanzas y quiebros para el futuro de nuestro modo de vida

KEVIN LAMARQUE | Reuters

Cada vez estamos más cerca de asestar el último golpe a la Covid 19[contexto id=»460724″]. La pesadilla más potente de nuestro siglo podría estar cerca de terminar si aguantamos un poco más las medidas higiénicas y las costumbres sociales que llevan ya un año con nosotros. Esta crisis ha cambiado las reglas de juego y nos ha colocado en un tablero político que era difícil de imaginar y, como en todo, se ofrecen grandes oportunidades y algunos peligros que hacen que no debamos levantar el ojo del espejo retrovisor de la historia.

En primer lugar, los gobiernos. Llevábamos varias décadas en las que el mantra de la libertad de mercado como máxima rectora de nuestra organización social ha funcionado: los mercados pueden actuar, los gobiernos no. Los gobiernos se concebían como entidades de escaso valor transformador cuyo papel se limitaba a un puñado de medidas sociales más o menos progresistas, pero lo que movía de verdad el mundo; lo que marcaba verdaderamente el rumbo de nuestra vida era el mercado. Sin duda, la crisis del coronavirus ha roto definitivamente esta idea. En EEUU, país paradigmático en lo que a la no regulación estatal se refiere, la gestión de la crisis dejada en manos del devenir de la misma ha sido dramática. Igualmente, Reino Unido recurrió a la contratación privada para hacer frente a la crisis y, además de fracasar, se ha descubierto que dentro de la propia administración había trabajadores más cualificados para afrontar la pandemia que los que se contrataron mediante empresas privadas.

En contraste, Europa ha actuado coordinadamente, asumiendo activamente la gestión sanitaria, la vacunación y protegiendo la economía estratégicamente. La forma de afrontar esta crisis ha diferido de la de 2008. Evidentemente, la pandemia en el viejo continente no ha sido fácil pero este despliegue histórico ha amortiguado en gran medida la desgracia. Por eso, es vital que sigamos actuando de forma coral y protegiendo especialmente a los más débiles, porque si algo nos ha demostrado este terrible episodio es que juntas somos más fuertes.

Trabajar desde las instituciones superando las lógicas nacionales se ha revelado como una de las estrategias fundamentales para hacer frente a este y otros retos del futuro. Esto lo ha entendido muy bien Joe Biden, un líder que ha sorprendido con algunas de sus últimas declaraciones sobre la necesidad de un EEUU más social y abierto. El demócrata ha puesto el foco en las políticas verdes, la protección a los trabajadores y la justicia social, además, entre sus propuestas, ha hablado de un pacto fiscal global para terminar con la competición a la baja en presión fiscal entre estados. Se trata de un cambio de paradigma muy importante que, de hacerse realidad, nos hace entrar de lleno en un escenario mucho más optimista sobre el futuro; especialmente si atendemos a la cuestión climática: las dinámicas de consumo y producción deben dar paso a otras más solidarias, basadas en la planificación y en la cooperación global si queremos continuar viviendo.

Por el contrario, en Europa los sátrapas de la extrema derecha -liderados por Salvini y Orbán- confabulan para erigirse como herederos ideológicos dentro de las instituciones europeas tras el fin de ciclo que marca la salida de Merkel del poder. Por eso, es crucial que Europa se aleje de los ecos del trumpismo. Más que nunca, los demócratas europeístas  -valga la redundancia- debemos dar la batalla por las ideas y proteger aquello que nos hace vivir cada vez más cerca entre nosotros y con respecto a los demás. Estamos rozando con la punta de los dedos una oportunidad histórica de salvar nuestro modo de vida. Quizás por eso sea única.

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