THE OBJECTIVE
Paco Segarra

Feliz Natividad del Señor, señora alcaldesa

Tiene usted un nombre así como contradictorio: Manuela, que viene de Emmanuel -traducido: «Dios con nosotros»- y usted es atea, que yo sepa. Y disfruta de un apellido muy progre, muy de género, muy de «todos y todas»: Carmena, que será, digo yo, la versión feminista de Carmen, como lo de las «reinas magas», ese invento.

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Feliz Natividad del Señor, señora alcaldesa

Tiene usted un nombre así como contradictorio: Manuela, que viene de Emmanuel -traducido: «Dios con nosotros»- y usted es atea, que yo sepa. Y disfruta de un apellido muy progre, muy de género, muy de «todos y todas»: Carmena, que será, digo yo, la versión feminista de Carmen, como lo de las «reinas magas», ese invento.

Mire, un servidor de usted si no fuese católico sería ateo. Muy ateo. Ateo de aquellos que pasan de Dios, que lo obvian, que no se toman siquiera la molestia de considerar la mera hipótesis de su existencia. Por eso, como ateo, me indignaría que cambiase usted el sentido de la fiesta cristiana de la Epifanía. Como ateo me daría igual la Epifanía, que la Rosh Hashaná judía, o el Yugadi hinduista. Supongo que los judíos o los hinduistas le dirían a usted que, si no es creyente, «déjenos en paz con nuestras cosas y nuestros ritos, ¿no?»

Como católico, señora alcaldesa con nombre divino, le digo que, oiga, ¿y si nos deja en paz? Mire: lo que celebramos no es la anécdota -cargada de un profundo sentido, eso sí- de que Jesús naciese en un pesebre y viniesen unos Reyes o Magos de Oriente para adorarle. No. Lo que celebramos es que ha nacido Dios. Aunque hubiese nacido en un palacio, o en el edificio del ayuntamiento que usted preside, o en el hotel Ritz. El Dios invisible e incorpóreo, que no cabe en el universo y del que usted lleva el nombre, tomó cuerpo y alma de hombre y apareció entre los hombres: es lo que se llama el Misterio de la Encarnación, que es, si me permite, la suma de todos los misterios de la fe cristiana. Esto creo que lo dijo hace años el padre Castellani; y yo le digo a usted, señora alcaldesa, que se invente la fiesta del Azar de la Sopa de Partículas Primigenia y lo celebre con un caldero como el de Astérix y Obélix, o algo por el estilo.

Pero dejen en paz a los niños y a los católicos, por favor. No volvamos a empezar, 80 años después.

Felices fiestos y fiestas, señora Manuela. Carmen y Carmena. O sea.

Post Scriptum: no insisto en lo de «feliz Navidad» para evitarle a usted, no sé, un ictus o un disgusto serio en estas fechas tan entrañables.

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