THE OBJECTIVE
Beatriz Manjón

GH VIL

«El ojo que todo lo ve, no vio —o vio, pero prefirió seguir grabando— un presumible edredoning no consentido»

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GH VIL

Lo malo de llevar las cosas demasiado lejos es que luego no hay manera de alcanzarlas. En 2017 Gran Hermano, el ojo que todo lo ve, no vio —o vio, pero prefirió seguir grabando— un presumible edredoning no consentido. Cuando el programa fue consciente, expulsó al concursante, denunció los hechos y se lo comunicó a la víctima en el confesionario, mostrándole el vídeo de su presunta violación. Estas imágenes no se difundieron, pero los rumores y las acusaciones a medias alimentaron varias emisiones y engordaron las crónicas de los medios, sin que nadie pidiera boicot ni las marcas dejaran de anunciarse.

Dos años después, la interesada ha hecho público el vídeo del confesionario, que es más bien confusionario, para denunciar el trato recibido. Los medios que aquellos días narraron sin histeria el folletín se llevan las manos a la cabeza. Los otros defensores del experimento sociológico, ahora socio-ilógico, recuerdan a aquel negrito del Lazarillo de Tormes que, al ver a su padre negro y a su madre y hermano blancos, señala al progenitor gritando: “¡Madre, el coco!”. Las marcas que no despreciaron entonces los intermedios de aquella historia huyen hoy perseguidas por ese otro gran hermano que es la corrección política, haciéndose publicidad al dejar de anunciarse. Ni un comunicado contra la violencia cuando en Guadalix no solo se ha puesto la pierna encima de los concursantes, también las manos.

En “The Morning Show”, a una presentadora debutante se le escapa en directo que abortó a los quince años. Los anunciantes comienzan a desligarse del matinal. “Ya volverán, siempre vuelven, sobre todo cuando sube la audiencia”, dice el productor. Las polémicas duran lo que tarda en llegar otra polémica más rentable. De momento, paga los planos rotos GH VIP, que ha pasado a ser GH vil por demérito de su hermano mayor. Pero llegará “Acorralados”, GH con gallinas, o “Supervivientes”, la Buchinger de Telecinco, un GH con palapa, y regresarán las marcas.

Si GH es el retrato sin filtro del ser humano, cabe esperar que el horror sea más que la vida en pijama, el insulto, las “yoyas” y el “placa, placa”. Si su finalidad es abarcarlo todo, abarcará también lo siniestro. La  telerrealidad no es teleidealidad. Si no, sería teleficción. GH retrata al individuo en la riqueza de su miseria y hace sentir al espectador moralmente superior. Ahí reside su éxito. Otra cuestión es la honestidad con la que se maneje ese material. Hubo negligencia y se equivoca Mediaset al disfrazarla de complot de la competencia. Pero pedir la cancelación de un formato es intentar ganar por la fuerza lo que no se puede ganar por voluntad. Con la excusa de lo ético, tratan algunos de imponer un criterio estético, sin tener en cuenta que hay gustos para todos los sustos. Del puritanismo dijo Mencken que es el miedo a que alguien, en algún lugar, sea feliz. Y hay tres millones y medio de españoles a los que GH contenta. En televisión solo hay un boicot legítimo, más silencioso, el del mando a distancia.

Diane Keaton se maravilla en “Annie Hall” de lo limpias que están las calles de Beverly Hills: “Es que aquí no tiran la basura, la convierten en televisión”. También se convierte en prensa, en cultura o en política, baste ver cómo las Cortes Generales han mudado en cortes de mangas generales a la soberanía nacional —lo juro por el poder de Grayskull—. Un prodigio de reciclaje que hará las delicias de Greta.

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