THE OBJECTIVE
Paco Segarra

Grapadoras volantes

Un servidor de ustedes ha practicado poco los llamados «deportes de riesgo». El único que se me da bien es fumar, y consigo marcas bastante aceptables. Hay uno, en cambio, que probé y del que salí ileso…

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Grapadoras volantes

Un servidor de ustedes ha practicado poco los llamados «deportes de riesgo». El único que se me da bien es fumar, y consigo marcas bastante aceptables. Hay uno, en cambio, que probé y del que salí ileso…

Un servidor de ustedes ha practicado poco los llamados «deportes de riesgo». El único que se me da bien es fumar, y consigo marcas bastante aceptables. Hay uno, en cambio, que probé y del que salí ileso, gracias a Dios y al señor director de este diario cuando todavía no era director de este diario. El deporte se llama: «invasión del despacho de la directora adjunta de un periódico de difusión nacional» -reconozco que la descripción es larga, pero los deportes de riesgo tienen estas cosas-. Relataré el asunto con la brevedad que me exigen aquí los tipos como el mencionado director, entonces reportero de investigación y otras zarandajas.

-¿Me acompañas al despacho de M.A.? -pregunta con aire inocente Itxu Díaz.
-Bueno -respondo- y luego nos tomamos algo, porque estos viajes me dan sed.

Recorridos los 124 metros que nos separaban del despacho de M.A., procedemos a entrar, empujando al famoso editor E.

-¡Eh! ¡Eh! ¡Eh! A la cola, que estaba yo primero… ¡Ah! ¡Ah! ¡Itxu! Me vienes al pelo. ¿Tienes el reportaje sobre el cantante Jjj…?
-¡Calla! -la voz de la señora M.A. sonó como un trueno e hizo temblar la foto trucada de Carlos Dávila colgada en la pared del despacho.
-No, yo venía -empieza Itxu- precisamente a preguntar cuándo narices tiene que estar el reportaje de Jua…
-¡Calla tú también!

Observar cómo M.A. se abalanzaba sobre un cenicero -lleno de colillas- con la sana intención de hacerlo volar, hizo que, prudentemente, me situase a la espalda de Itxu Díaz. El famoso editor E. suspiró y, para aclarar conceptos, dijo:

-Me refiero al reportaje sobre (nombre que no se puede pronunciar, pero que él pronunció).

La directora adjunta M.A., mujer amable y de sugerente belleza, mutó en cuestión de nanosegundos, transformándose en algo parecido al increíble Hulk, con un tono verde esmeralda muy favorecedor. Y al grito de «fuera los tres de mi despacho», empezó a lanzar objetos contundentes en línea de colisión con nuestras cabezas: grapadoras, ceniceros, bolígrafos, lámparas,… Huimos cuando se disponía a poner en posición de despegue el ordenador de sobremesa.

-Joder, se ha puesto hecha una furia.
-O dos… No lo entiendo.
-Es que (nombre que no se debe pronunciar) es gafe.
-Ah, ya. Tengo mucha sed, oye.
-Yo, también.

Post Scriptum: Esta escena, real como la vida misma, tuvo como protagonistas a Itxu Díaz, ya citado; a este servidor de ustedes; al editor Esparza y a la gentil Maite Alfageme. Y aconteció en el despacho de esta última, en la redacción de La Gaceta. He visto el nombre que no se puede escribir en este diario con ocasión de la muerte del cantante Junior (e.p.d.) y, como era previsible, se había colado una errata en el pie de foto. En fin, crucen los dedos…

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