THE OBJECTIVE
Patricia F. de Lis

El arte de convertir un negocio en tradición

Los negocios, como todo el mundo sabe, no entienden de fronteras

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Los negocios, como todo el mundo sabe, no entienden de fronteras

El Día del Padre. El Día de la Madre. Navidad. Reyes. Carnaval. Bodas, bautizos y comuniones. Son tradiciones que gran parte de la sociedad española comparte, con más o menos agrado, con familiares y amigos. Y son tradiciones que restaurantes, locales de ocio y centros comerciales han conseguido convertir, también, en un lucrativo negocio. Regalos, cenas, comidas; cualquiera que intente escapar de la creciente comercialización de las tradiciones se convierte automáticamente en un paria social, o es criticado por ser, simplemente, un tacaño.

El caso de la celebración de Halloween en España, sin embargo, es una excepción. Con esta festividad ha ocurrido exactamente lo contrario que con las demás: es un negocio que ahora ha venido a convertirse en tradición. Hace ya unos cuantos años que, en las últimas semanas de octubre, podemos comprar calabazas gigantes en los supermercados, disfraces y adornos terroríficos en los centros comerciales, entradas para parques de atracciones y casas rurales ‘encantadas’, caramelos para dar a los niños que exigen ‘trucos o tratos’ por las puertas de las casas, o ver ciclos de series y películas de terror en las televisiones. Solo el negocio de las casas encantadas en EE UU –unas 1.200 en todo el país, como la que muestra la foto de The Objective– recauda al año entre 300 y 500 millones de dólares.

Lo más curioso es que la tradición de recordar a los muertos el 1 de noviembre es una de las más arraigadas de la historia de España. Pero ya no se trata de visitar los cementerios, de limpiar y poner flores frescas en las tumbas para honrar a los que ya no están o de comprar huesos de santo. Son tradiciones con muy poco margen de negocio, así que muy probablemente morirán cuando lo hagan quienes aún las practican. La calabaza, el truco y el trato o las casas encantadas son tradiciones de otro país, sí, pero no hemos importando la tradición sino el negocio, y los negocios, como todo el mundo sabe, no entienden de fronteras.

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