THE OBJECTIVE
Fernando L. Quintela

Hasta ahora

No es el derecho a olvidar lo que esas 20 peticiones por minuto representan. Estoy seguro. Es el derecho a que no te traten de forma injusta quienes son unos desconocidos.

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Hasta ahora

No es el derecho a olvidar lo que esas 20 peticiones por minuto representan. Estoy seguro. Es el derecho a que no te traten de forma injusta quienes son unos desconocidos.

No es el derecho a olvidar lo que esas 20 peticiones por minuto representan. Estoy seguro. Es el derecho a que no te traten de forma injusta quienes son unos desconocidos. Esos que, por la razón que les conviene y la posición que la vida les ha dado, se ven con el bastón en la mano para poder atizarte cuando les apetece. Con motivos o sin ellos. Pero el golpe te lo han dado y ya no hay nada que hacer.

Si tu nombre aparece en los buscadores, ahí seguirá. Si la infamia y la ignorancia te han atacado, ahí permanecerá esa cuchillada. Para que cualquiera pueda decidir creerlo o no. Y en España, ya lo sabemos, tiene presunción de veracidad lo que se dice en los medios de comunicación, aunque ya no sepamos casi ni lo que son. Antaño era palabra de Dios “si lo han dicho en la tele”. ¡Cómo algo no iba a ser cierto si llegaba un chikilicuatre cualquiera y lo decía delante de una cámara de televisión!

Ahora la cosa de la tecnología nos ha hecho evolucionar también en esto. Ya no es que lo diga la tele, es que “búscalo en el internet y verás”. Pues apañado estoy entonces. Teclee usted mi nombre y apellidos y verá la de cosas que se cuentan. Algunas objetivas, otras buenas por supuestos méritos, y más de una barbaridad sostenida en el tiempo. Salidas de la nada, del interés de alguno por hacerse notar o por golpear a otro utilizando mi trasero. Si me descuido, por algunas notas publicadas, de repente me habría convertido en un cerebro malintencionado, delincuente y aprovechado. Vamos, que Luís Bárcenas, el bigotes y compañía serían casi unos aprendices. Uno no es que sea un Santo en la vida, pero…

Y esas referencias no hay manera de hacerlas desaparecer si no es a través de la mano de la Justicia. Cosa que cuesta dinero, tiempo y paciencia. Y ahora, por fin, parece que nos dan a todos los ciudadanos esa oportunidad. Diga usted qué quiere que desaparezca, justifíquelo… y hasta luego.

Yo no lo voy a hacer. No voy a pedir a Google que borre nada de mi. Porque no quiero que desaparezcan determinadas cosas que se han dicho, porque en algún momento querré que quien lo hizo pague por ello, por el daño que a mi, y a quienes están cerca de mi hicieron en su momento. De una u otra manera.

¿Saben ustedes que NUNCA me han llamado para contrastar una información, para pedirme mi opinión, para conocer lo que tuviera que decir? No es que sea yo nadie con importancia como para que se escriba de mi, imagínense a los grandes de verdad, pero incluso así, a pequeña escala, el que quisiera tocar las narices podía hacerlo impunemente. Hasta ahora.

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