THE OBJECTIVE
Melchor Miralles

Héroes americanos

Antes de escribir he salido a caminar por los alrededores de la Boston University, y he invitado a un café a dos de los más de 130.000 veteranos de guerra americanos convertidos hoy en sin techo

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Héroes americanos

Antes de escribir he salido a caminar por los alrededores de la Boston University, y he invitado a un café a dos de los más de 130.000 veteranos de guerra americanos convertidos hoy en sin techo

Escribo semanalmente en esta ventana de palabras y hoy lo hago desde Boston. Por ello me he detenido en la imagen de Lucy Nicholson. Este rostro negro, bigote, perilla y quizá barba canosa, ojos cerrados mirando al infinito, quizá también hacia atrás de toda una vida, las manos con arrugas elegantes, los pliegues de la nuca presionados, un tipo pensativo. No se si alegre o triste, pero si en el último tercio de su vida.

Antes de escribir he salido a caminar por los alrededores de la Boston University, y he invitado a un café a dos de los más de 130.000 veteranos de guerra americanos convertidos hoy en sin techo. Lluvia fina en esta ciudad maravillosa en la que comienza el frío que en pocas semanas será irresistible en la calle. Uno es negro, americano, de Washington, y el otro hispano, nacido en México, pero nacionalizado y residente desde hace decenas de años. Me piden un cigarrillo. Les pregunto por los suicidios a los que se refiere la noticia. Mark, el negro, no sonríe mucho, y, pesimista, o realista, asevera que él no ha tenido nunca tentaciones de quitarse la vida, “pero he entendido a muchos colegas que lo han hecho. No juzgo a nadie, pero el estado a veces no valora a quienes hemos entregado nuestra vida a la patria con un uniforme en conflictos absurdos a los que jamás debimos ir”. Luciano, piel blanca tostada y curtida por el aire callejero, es más tajante: “Yo no he tenido cojones, pero la vida no me interesa desde que regresé de un frente de batalla en el que nada se me había perdido. No tengo nada. Perdí la familia, perdí los amigos, perdí a mi mujer, y después ya he perdido hasta el alma”.

Ninguno de los dos se considera un héroe. Más bien me da la impresión de que se consideran parias, aunque cuando pisaron tierra hostil fueron percibidos como invasores imperiales. Pero Mark si cree que hay héroes: “los de muchas estrellas que mandaban tropas tienen homenajes y jubilaciones de lujo. Pero la mayoría de los héroes de verdad están en la calle como nosotros. A nadie les interesa. La vida no es una película. La guerra tampoco. Son realidades, y la nuestra es la que es”.

O sea, que las cosas aquí son como en casi todos los lugares. Aunque en estos EEUU donde tantas cosas son ejemplares, algunas otras suceden como en todos los países. Los parias son parias desde que nacen, los nadie a veces llevan uniforme de guerra, pero siguen siendo nadie.

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