THE OBJECTIVE
Marta Garcia Bruno

"Hey!" (El tiempo pasa)

La noticia nos deja patidifusos. El laureado, incansable, de voz profunda y burguesa y de tez tremendamente tostada está hospitalizado y se ha visto obligado a cancelar su gira. Qué bochorno para sus fans, qué rápido pasa la vida. Y yo cantando esta mañana “me va, me va”.

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«Hey!» (El tiempo pasa)

La noticia nos deja patidifusos. El laureado, incansable, de voz profunda y burguesa y de tez tremendamente tostada está hospitalizado y se ha visto obligado a cancelar su gira. Qué bochorno para sus fans, qué rápido pasa la vida. Y yo cantando esta mañana “me va, me va”.

La democracia musical se mide hoy en el número de veces que cada uno de nosotros pincha en una canción. Siempre se ha caracterizado por la calma neuronal que inspiran sus acordes para dejar de pelearnos. Imagino un tenso Eurogrupo en el que Syriza se deja la piel en justificar por qué han ganado las elecciones y las instituciones europeas le dicen que ya vale. Y justo cuando van a volar zapatos o platos, por ponernos a lo griego. Suena él. 

“Unos que nacen, otros morirán…unos que ríen, otros lloran. Agua sin cauce, río sin mar. Penas y glorias, guerras y paz”. Y Julio Iglesias les recordó a todos que unas horas y cafés de más, muchos euros, negociaciones que nos vuelven más que locos para que todo, de nuevo, siga igual. Y menos mal. 

La noticia nos deja patidifusos. El laureado, incansable, de voz profunda y burguesa y de tez tremendamente tostada está hospitalizado y se ha visto obligado a cancelar su gira. Qué bochorno para sus fans, qué rápido pasa la vida. Y yo cantando esta mañana “me va, me va”.  Ese torso semidescubierto en la playa. Pelín hortera, pero muy español. Tradicional. Nuestro. 

Nada que ver con la música vacía que hoy trata de hacerse un hueco en las listas de éxitos que, por cierto, están a punto de quedar aparcadas en el mundo vintage. El número 1, que tanto nos emocionaba conocer cada sábado por la mañana, nos da francamente igual. 

A diferencia de las estrellas frágiles que han acabado en mundos rociados de drogadicción y en el peor de los casos fallecidos, Julio Iglesias siempre se ha mantenido en ese limbo entre la locura del divo endiosado y el extremo del que no se sale jamás. El mundo de los artistas debe ser tan complicado como apetitoso. Pero que nos den muchos más retoños que calmen broncas políticas y que hagan cambiar de tema cuando los cuchillos van a volar. 

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