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Blas Pinar Gutierrez

Hispanidad

Me preocupa cierto deje colectivo de lejanía, desapego o superioridad cuando nos referimos al conjunto de países hispanoamericanos

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Hispanidad

Me preocupa cierto deje colectivo de lejanía, desapego o superioridad cuando nos referimos al conjunto de países hispanoamericanos

Siempre me ha llamado la atención el poco interés que existe en España por los asuntos iberoamericanos. Apenas conocemos lo que sucede en países a los que nos unen tantos lazos. Los medios de comunicación nacionales únicamente recogen, sin profundidad ni continuidad, noticias de gran impacto periodístico o que reflejan aspectos meramente superficiales.

Empezamos por desconocer su geografía e historia, donde ha quedado plasmada la gran obra de España a lo largo y ancho de todo el continente americano. Si durante los siglos XVI y XVII nuestra patria se desangraba enfrentándose en Europa al Islam y la Reforma, al mismo tiempo creaba el Imperio más grande conocido, volcando todas sus capacidades en las tierras descubiertas. Los españoles de entonces fueron para quedarse, y por eso fundaron ciudades, construyeron iglesias, crearon universidades, organizaron audiencias, desarrollaron industrias, se mezclaron y se hicieron hispanoamericanos. Y cuando aquellos territorios alcanzaron la mayoría de edad se emanciparon y cristalizó la hispanidad.

Desde entonces muchos miles de españoles han seguido marchando a hacer las Américas, y en los últimos años hemos recibido a muchos hermanos de aquellas tierras, sin duda los que más fácilmente se han integrado de cuantos hemos recibido. Me satisface escucharles que, acá, no se sienten extranjeros, lo mismo que yo he sentido en mis largas estancias americanas.

Por eso me preocupa cierto deje colectivo de lejanía, desapego o superioridad cuando nos referimos al conjunto de países hispanoamericanos. Este ánimo contrasta si lo comparamos con nuestra disposición –casi reverencial– hacia Europa, los Estados Unidos o incluso las culturas orientales. Lamentablemente, en nuestras relaciones exteriores, no podemos evitar cierta sensación de pudor vergonzoso cuando reflejamos las características que nos identifican claramente como hispanos.

Considero que esta reacción constituye un error de consecuencias mucho mayores que la mera apariencia. Por ejemplo si, en vez de tratar de mimetizarnos y pasar desapercibidos, hubiéramos asumido con convencimiento los valores nacionales que nos han forjado aportándolos y proyectándolos en la Unión Europea, otros hubieran sido los resultados obtenidos.

Tengo que reconocer que, hoy por hoy, se entiende, conserva y difunde mejor el concepto de hispanidad, en todo su contenido, en el conjunto de países hispanoamericanos que en nuestra propia patria.

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