THE OBJECTIVE
Aurora Nacarino-Brabo

Historias de San Blas

Tengo cariño al barrio de San Blas. Como buen distrito obrero, es feo, impersonal, desangelado. Como el Moratalaz en que crecí, a solo unos pasos. En San Blas viví un año y vivieron mis abuelos cuando el fin de su renta antigua los expulsó, viejos y felices, del centro de Madrid. La avenida de Guadalajara no tiene el carisma de la Gran Vía, pero hay un centro comercial con cines y acceso para minusválidos y a mi abuela ya le valía. No hay un Formentor, un Nebraska, un Viena Capellanes, pero en alguna cafetería nos daban batido de caramelo y pasteles y a mi abuela ya le valía. Los portales de San Blas no son el de la casa de la calle Hermosilla, pero tener ascensor al fin, cumplidos los 80, a mi abuela ya le valía.

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Historias de San Blas

Tengo cariño al barrio de San Blas. Como buen distrito obrero, es feo, impersonal, desangelado. Como el Moratalaz en que crecí, a solo unos pasos. En San Blas viví un año y vivieron mis abuelos cuando el fin de su renta antigua los expulsó, viejos y felices, del centro de Madrid. La avenida de Guadalajara no tiene el carisma de la Gran Vía, pero hay un centro comercial con cines y acceso para minusválidos y a mi abuela ya le valía. No hay un Formentor, un Nebraska, un Viena Capellanes, pero en alguna cafetería nos daban batido de caramelo y pasteles y a mi abuela ya le valía. Los portales de San Blas no son el de la casa de la calle Hermosilla, pero tener ascensor al fin, cumplidos los 80, a mi abuela ya le valía.

Hace unos días, la periodista Rosa María Artal, que fue propuesta por Podemos como consejera de una RTVE plural e independiente, exponía en Twitter una escena de la que había sido testigo en San Blas. Al parecer, dos personas mayores habían hecho chanza, sentadas en un banco, del Gobierno, de Pablo Iglesias, de Gabriel Rufián: “El eco de la Caverna les ha robado hasta las neuronas”, sentenciaba Artal. El escritor Suso de Toro la replicaba así: “No creo. Simplemente nunca tuvieron conciencia de clase trabajadora ni cultura cívica”. A mi abuela, que era una señora de izquierdas, le habría asqueado el clasismo de estos dos. A Iglesias, Rufián y Sánchez no los llegó a conocer, gracias a dios.

En San Blas vivió también Romulus Nyuawode, un togolés que estudió Comunicación en la universidad de Costa de Marfil y cantaba ópera. Llegó a España en busca de las oportunidades que no le ofreció África y se ganó la vida poniendo pladur y ladrillos en la construcción. No sabemos si tenía conciencia de clase. Sí sabemos que era, según su mujer, un buen esposo; según sus amigos, una buena persona; según su empresa, un buen empleado. Hasta que hace un par de semanas fue sepultado por un derrumbe en las obras de remodelación del Hotel Ritz, en las que trabajaba.

Tras conocer la terrible noticia de su muerte, los vecinos de Romulus se acercaron a su casa para arropar a su familia. Faltos de cultura cívica y de conciencia de clase, quizá, pero no de humanidad, en San Blas nunca le olvidarán.

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