THE OBJECTIVE
Óscar Monsalvo

Idos/iros

Seguramente el debate en torno al idos/iros es una pérdida de tiempo. Pero qué no lo es, si al final siempre está la muerte. Y ahora que ya he levantado el ánimo del lector, sigo con el asunto. El fondo del debate no es si hay que aceptar «iros» o seguir usando «idos», si es que realmente se usaba. Tampoco la utilidad de la Academia. El fondo, creo, es si una institución puede ser al mismo tiempo prescriptiva y descriptiva. Se decía estos días que la RAE lo que hace es reflejar cómo cambia el uso de la lengua y adaptarse a esos cambios. Me parece bien. Pero también había quienes decían que lo que debe hacer la RAE es prescribir cuáles son los usos correctos de la lengua. También me parece bien. Lo que no se puede decir, creo, es que la RAE debe ser las dos cosas a la vez. Porque no puede serlo.

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Idos/iros

Seguramente el debate en torno al idos/iros es una pérdida de tiempo.

Pero qué no lo es, si al final siempre está la muerte.

Y ahora que ya he levantado el ánimo del lector, sigo con el asunto.

El fondo del debate no es si hay que aceptar «iros» o seguir usando «idos», si es que realmente se usaba. Tampoco la utilidad de la Academia.

El fondo, creo, es si una institución puede ser al mismo tiempo prescriptiva y descriptiva.

Se decía estos días que la RAE lo que hace es reflejar cómo cambia el uso de la lengua y adaptarse a esos cambios. Me parece bien.

Pero también había quienes decían que lo que debe hacer la RAE es prescribir cuáles son los usos correctos de la lengua. También me parece bien.

Lo que no se puede decir, creo, es que la RAE debe ser las dos cosas a la vez. Porque no puede serlo.

O bien cumple una función meramente descriptiva y se limita a ir considerando válidos los cambios que se producen en los hablantes, o bien cumple una función vigilante y debe señalar las incorrecciones, sean o no mayoritarias.

La segunda postura es intransigente, y es verdad que la norma es posterior al uso. Pero la primera postura corre el riesgo de ser incoherente. Si la corrección depende de la extensión de su uso, ¿podemos hablar realmente de usos correctos o incorrectos? Se podrá decir que habría usos correctos o incorrectos dentro de contextos determinados. Pero eso es tanto como decir que no existen los usos correctos como tal. El contexto -el hombre- sería de nuevo medida de todos los usos, y no habría un referente común para todos los contextos. No habría, por tanto, corrección como tal. Y sería imposible la prescripción.

Vayamos a los casos concretos. Si la corrección viene determinada por la extensión del uso, la RAE debería reflejar que el imperativo terminado en r es correcto. Especialmente en el contexto de las enseñanzas medias, en las aulas. No hay muchos contextos en los que sea frecuente el uso del imperativo en plural. Normalmente nos dirigimos a una persona. Lee este libro, cierra la puerta.
El profesor, en el aula, sí suele dirigirse a un grupo. Y dice, o debería decir, «leed este libro» y «cerrad la puerta». Pero no es así. Al menos, no es mayoritario. Por comodidad, porque se ha extendido o por no parecer pedante, es muy frecuente que el profesor diga «abrir el libro» y «cerrar la puerta». ¿Y por qué no debería decirlo, si al fin y al cabo el uso correcto es el que emplea la mayoría?

La cuestión, precisamente, es que la RAE no puede hablar de corrección si por encima de la prescripción se sitúa el uso. Si es la mayoría la que determina que un uso es correcto, entonces no se puede hablar de corrección. Si alguien dice «opino de que», o emplea «incierto» con el significado de «falso», no se podrá decir que es incorrecto. Sólo se podrá decir que coincide con el uso mayoritario, o que no coincide.

No hay más. Y es posible que no haya nada más no sólo en la lengua, sino en ámbitos fundamentales. Es posible que en nuestro mundo no haya lugar para el criterio de corrección, y que toda norma no sea sino el reflejo de costumbres extendidas, y que cualquier prescripción que pretenda alzarse por encima de la costumbre sea una ficción.

El anhelo de lo totalmente Otro, que decía Horkheimer. Y Sócrates, y Platón.

Y el verano, el tiempo libre.

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