THE OBJECTIVE
Eduardo Parody

Inmigración, oro y razón

Estados Unidos, Rusia, Alemania, China, Francia, Reino Unido, España, Italia, Ucrania e Israel son los diez principales países exportadores de armas.

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Estados Unidos, Rusia, Alemania, China, Francia, Reino Unido, España, Italia, Ucrania e Israel son los diez principales países exportadores de armas.

Estados Unidos, Rusia, Alemania, China, Francia, Reino Unido, España, Italia, Ucrania e Israel son los diez principales países exportadores de armas. Según el Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz (SIPRI), en 2013 el gasto militar mundial ascendió a 1,747 billones de dólares. En ese mismo año el gobierno español autorizó la venta de armas por un valor de 4.000 millones de euros. Escocia, España, Estados Unidos, Australia, Uruguay, Inglaterra y Gales son los principales consumidores de cocaína, según el Informe Mundial sobre Drogas de la ONU. La industria textil ha reportado, por poner un ejemplo, un patrimonio superior a 61.500 millones de euros a una sola persona, que además es español. Cualquiera puede comprobar que allí donde hay petróleo, hay armas, dictaduras, inestabilidad o amenazas continuas de invasiones y guerras.

Es decir, la aportación que Occidente hace al mundo, escondido tras los valores de paz y libertad que afortunadamente disfrutamos, son la producción de las armas que luego los habitantes de esos países verán diariamente en manos de los que les oprimen, trabajos en condiciones miserables, dificultad de estar sometido a los inconvenientes de ser un país productor del petróleo que necesitamos, o la barbarie generada por el tráfico de la cocaína o cualquier otra droga que luego consumimos. El oro de pólvora, el oro textil, el oro negro y el oro blanco, que hace al hombre soñar con la riqueza ilimitada sin atender a sus consecuencias.

Obviamente, lo que cualquiera desearía si estuviese en esas partes del mundo sería huir. Y los objetivos más cercanos que suelen encontrar resultan ser los países que anteriormente detallé como principales exportadores de armas, o importadores de drogas, o receptores de ropa. Esos países que ahora dicen que no se pueden hacer cargo de una cuota anual de inmigrantes mínima que dé cabida a los que necesitan ayuda.

¿No debería considerar Occidente su parte de responsabilidad en que la gente de esos países deprimidos busque un futuro lejos de los lugares de nuestra “experimentación bélica y laboral”? ¿Ninguno de los millones de beneficios que obtiene la industria armamentística o textil (por poner dos ejemplos), que siempre les es favorable a algunos, puede invertirse para paliar sus consecuencias?

La inmigración tiene razones que nuestra razón desprecia.

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