THE OBJECTIVE
Carlos D. Lacaci

Irregularidades de altos vuelos

Recuerdo vagamente la primera vez que subí a un avión, tenía poco más de cuatro años. El destino, Palma de Mallorca. Un viaje de ocio, para disfrutar del merecido descanso estival de mis padres. Desde aquel primer vuelo, hasta hoy, han sido muchos los aviones que, tanto por viajes de placer como por trabajo, he experimentado a lo largo de los años.

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Irregularidades de altos vuelos

Recuerdo vagamente la primera vez que subí a un avión, tenía poco más de cuatro años. El destino, Palma de Mallorca. Un viaje de ocio, para disfrutar del merecido descanso estival de mis padres. Desde aquel primer vuelo, hasta hoy, han sido muchos los aviones que, tanto por viajes de placer como por trabajo, he experimentado a lo largo de los años.

La pasada semana se publicó una noticia que, francamente, me sorprendió. Al parecer, en una encuesta realizada por Jetcost, el potente buscador de vuelos y hoteles, las azafatas de vuelo no salían nada bien paradas. El resultado a esta encuesta, dirigida a 718 azafatas de vuelo británicas, arrojaba los siguientes datos:

El 89% de ellas aseguran haber roto las reglas de las aerolíneas más de una vez durante el vuelo. El 35% confesó haber tenido sexo con compañeros o pasajeros. El 23% también respondió que mentían a los viajeros sobre la disponibilidad de ciertos productos del catálogo comercial «por pereza de ir a buscarlos». Por otro lado, el 54% admiten haber dado cambio en una moneda diferente para, de esta forma, quedarse ellas con la diferencia. Unas de cada 5 azafatas encuestadas aseguraron que han cambiado a algunos pasajeros de asiento cuando les ofrecen más dinero.

La encuesta, realizada también en varios países, muestra que las alemanas son las menos honestas ya que pueden «ahorrar» con estos actos hasta 410 dólares por año. Las británicas ocuparían el segundo lugar, seguidas de las españolas que «robarían» hasta 121 dólar por año.

Realmente, no me creo mucho estos datos. De entrada, parece chocante que una compañía que se dedica al negocio de la intermediación de billetes de avión sea, precisamente, la que realice este tipo de encuestas en las que, claramente, puede entreverse un posible reclamo publicitario (como el que ahora, de forma indirecta y, aunque sea a modo de crítica, yo mismo les estoy haciendo al escribir esta columna). A mayor abundamiento y por experiencia propia, embarcado en cientos de aviones y miles de horas en vuelo de muchos cielos, he podido comprobar y ver con mis propios ojos que las azafatas son, en su gran mayoría, unas excelentes profesionales.

Rompo aquí una lanza en favor de estas trabajadoras. No solo porque cada día, tarde o noche de los 365 días del año, incluyendo sus eternas imaginarias, están a disposición de la compañía aérea para las que prestan sus servicios, ni siquiera porque, una vez embarcadas en esos eternos vuelos de idas y vueltas saben estar a la altura de las alturas y de las circunstancias (tormentas y turbulencias incluidas), sobre todo, rompo una lanza por todas las azafatas porque las he visto y sigo viendo realizar su trabajo con dedicación, disponibilidad, amabilidad y trato ejemplar para con todos los pasajeros, incluso para algunos que, también, cometen alguna irregularidad en esos altos vuelos. Mientras no me demuestren lo contrario, seguiré confiando en ellas.

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