THE OBJECTIVE
Nuria de Madariaga

Je suis Charlie et Je suis Tel-Aviv

En recuerdo de nuestros compañeros periodistas de Charlie Hebdo y en recuerdo de las víctimas inocentes asesinadas en una cafetería de Tel-Aviv la pasada semana: los asesinos son siempre los mismos.

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Je suis Charlie et Je suis Tel-Aviv

En recuerdo de nuestros compañeros periodistas de Charlie Hebdo y en recuerdo de las víctimas inocentes asesinadas en una cafetería de Tel-Aviv la pasada semana: los asesinos son siempre los mismos.

Llegará un día en el que la cobardía deje de vender y llegará un días en el que el Síndrome de Estocolmo dejará de ser llamado eufemísticamente “solidaridad y tolerancia”. Puede que nosotros no lleguemos a ser testigos del ocaso de la “corrección política” y su sustitución por la coherencia y el sentido de la realidad, pero les garantizo que nuestros hijos sí lo verán y nuestros nietos también.

Llegará un día en el que, los pueblos, comiencen a mirar hacia políticos como Putin que se ha convertido en un fenómeno mediático y cuyo retrato en camisetas mirando con altivez, ha venido a sustituir al greñudo Che Guevara de la parafernalia piojosa de la izquierda. Hoy por hoy, en Europa, el llevar una camiseta con el retrato de Putin es el símbolo máximo del un rotundo NO a ese aparcadero de burócratas melindrosos que es el Parlamento Europeo. Y que conste que personalmente estoy a favor de la Unión Europea, por más que las habilidosas maniobras de Turquía y Arabia Saudí hayan lanzado a cientos de miles de supuestos “refugiados” para crear discordia entre los países europeos, eliminar como fruto de esos enfrentamientos la “Europa sin fronteras” y de paso que los turcos se vean beneficiados económicamente con toneladas de millones de euros empapados del sudor de la Europa que madruga y que no vive de subsidios ni ayudas.

Llegará un día en el que recuperemos la dignidad y la decencia y que ser firmes y decir la verdad sin tapujos no tenga el coste que va a tener para algunos países del Este, como Polonia, cuyos gobernantes se sienten más obligados hacia el bienestar y la paz de sus pueblos que a “dar buena imagen”. Y que son capaces de exigir a Arabia Saudí y a los archimillonarios Emiratos del Golfo que se hagan cargo de sus correligionarios y acojan a los asilados y refugiados como es su obligación y que les den cobijo hasta que acaben los conflictos en sus países y después los devuelvan y se ocupen de reconstruir esos países cuyos habitantes profesan la religión islámica e idéntica evolución. O involución según se mire. Llegará un día en el que cualquiera de nosotros que quiera hacer un guiño a la rectitud portando camisetas, sudaderas y pegatinas con el “I love Vladimir Putin” no tenga que pasar por las compras por internet y por la avaricia de quienes andan pidiendo cincuenta euros por camisetas que en Moscú se venden por diez euros y encima el comprador tiene que correr con los gastos de envío. La coherencia tiene un coste y nadie regala nada, las cosas hay que ganárselas, pero ello no significa hacer ricos a los pícaros adolescentes rusos a costa de revender los productos del único hombre con cojones de Occidente por E Bay y similares. Aviso: el primero que importe el merchandising del líder se hace rico.

Llegará un día el que nos indignaremos por igual ante los atentados yihadistas que están ensangrentando el planeta y seremos capaces de definir con claridad quienes somos los buenos y quienes son los malos, quienes se han ganado el derecho a vivir en paz y quienes no tienen remedio. Porque con pontificar y dar lecciones de buena conciencia no se paran las balas de los kalashnikoff. Y siempre, a lo largo de los años he venido repitiendo lo mismo, será que los analistas vamos en plan Oráculo de Delfos: el monstruo no se va a domesticar por mucho que lo alimentes con chucherías, el monstruo es un monstruo y un día te atacará, por mucho que haya aceptado tus golosinas, un día te matará. Es así. Y no es que el monstruo tenga nada personal contra aquel que le alimenta, es su instinto natural. Por eso es mejor no tratar de intentar que el monstruo aprenda a hacer trucos a fuerza de recompensas y juguetes, se los comerá todos y después se comerá a su entrenador.

Puede que haya llegado el día en que digamos Je suis Charlie ante la masacre de París perpetrada por unos monstruos inadaptados y bien cebados y al tiempo tomemos conciencia del heroísmo, la fuerza y la entereza de nuestros hermanos de Israel, capaces de sobrevivir rodeados totalmente de bichos, sin saber por donde les van a venir los ataques. Y sintiéndose solos. ¿O alguien ha puesto velas por las víctimas del atentado de la semana pasada en una cafetería del Tel-Aviv? Extraña la falta de respuesta de una sociedad occidental que está festejando con unos alardes estéticos de belleza y de luz únicos en el mundo, el nacimiento de un niño judío llamado Jesús, de la abolengosa Casa de David, el judío más famoso del Universo con permiso de Moisés y de Abraham. Judío esenio amamantado en Qumram, rabino por más señas, zelote y con un temperamento que haría que, de regresar, se sintiera orgulloso del Pueblo de Israel, de su pueblo, capaz de recuperar la tierra que le pertenece desde hace 5.000 años y convertir un desierto árido y asqueroso en un vergel. Y de ser el primer país del mundo en innovaciones tecnológicas y en patentes médicas. Je suis Charlie et Je suis Tel-Aviv. Mi admiración y ejemplo están junto a los periodistas masacrados y junto a quienes desayunaban en una cafetería del Tel-Aviv cuando un yihadista de mierda la emprendió a tiros. Por igual. Porque a los de Charlie Hebdo los asesinaron por defender la libertad y cualquier ataque contra Israel tiene un significado mucho más profundo que el hecho de que, cada vez que a los terroristas de Hamás les escasea el dinero ataquen con cohetes a Israel para que los judíos respondan y luego que el terrorista de turno vaya a gimotear a la Unión Europea para chupar aún más dinero con el que pagar los sueldos de los terroristas y comprar más armas con la excusa de que los israelitas han destrozado tres bloques de vivienda donde ellos tenían emplazados los lanzamisiles. Y los Gobiernos tragan (los gobiernos que no los ciudadanos) y tratan de apaciguar al bicho con billetes en lugar de apaciguarlo a palos para que se comporte.

Je suis Charlie et Je suis Tel-Aviv, yo quiero una camiseta de Putin y otra de Netanyahu y otras de los Presidentes de todos los países que plantan cara a la cobardía. Porque pienso que llegará un día en el que nuestros hijos dejarán de tener miedo y subirán a cualquier avión sin cacheos exhaustivos, porque tendrán garantizada su seguridad.

Llegará un día en el que Occidente consiga la paz y la libertad. Y nuestro papel en la historia es el más apasionante, porque somos los llamados a luchar por ella y a conseguirla y en esa aventura apasionante que es la lucha, en vivirla, padecerla y sentirla, estará nuestra recompensa. Pero si no nuestros hijos, nuestros nietos, conocerán la paz y la seguridad.

Quiero dedicar este articulo también a la Embajada de Rusia en Madrid y a Juan de la Torre presidente de “Amistad España-Israel”. Am Israel Jai. Gracias Presidente Putin.

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