THE OBJECTIVE
Octavio Cortés

Jennifer Lawrence a contraluz

Jennifer Lawrence, la desnuda musa rebelde del nuevo proletariado de patata con mayonesa. Ahora la revolución se mide por número de bostezos, por clicks en el Alma Doliente del Mundo, por exacto cristal de amor, siempre postergado.

Opinión
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Jennifer Lawrence, la desnuda musa rebelde del nuevo proletariado de patata con mayonesa. Ahora la revolución se mide por número de bostezos, por clicks en el Alma Doliente del Mundo, por exacto cristal de amor, siempre postergado.

La noticia de que nuestra Jennifer de ojos de mar ha ingresado 46 millones de dólares en un año nos deja raramente complacidos. Toda la ventolera neo-revolucionaria no alcanza a Hollywood, no hay un Occupy Sunset Boulevard. Al más mugriento de entre los activistas anti-todo, al más vociferante y villano, por algún motivo, le parece bien que las películas cuesten dos trillones de dólares e ingresen veinte.

Y que se pague a Jennifer Lawrence con todo el oro de Samarkanda.

Banqueros y futbolistas, políticos, aristócratas y financieros en la picota; Jennifer en un pedestal. Cuando se filtraron sus desnudos parecía que la red iba a explotar de convencimiento, alzada en la pura certeza de haber alcanzado una cima dorada. La polémica que se produjo no pasó de un run-run de trastienda (el debate sobre la ética de la ciber-intimidad): el verdadero jardín estaba abierto de par en par y todo el mundo entró a tomarse un helado. ¿Qué son 46 millones de dólares a cambio de haber despertado una nueva era?

Si esto no son juegos del hambre, que alguien nos brinde una explicación, una señal en alguna parte.

Jennifer Lawrence, la desnuda musa rebelde del nuevo proletariado de patata con mayonesa. Ahora la revolución se mide por número de bostezos, por clicks en el Alma Doliente del Mundo, por exacto cristal de amor, siempre postergado. Las masas orteguianas han encontrado su auténtico sino: la pereza.

No hay ningún secreto aquí, sólo la silueta de nuestra Jennifer de nácares y vientos del norte, recortada a contraluz sobre el fulgor digital de una época. Ella es nuestra o nosotros somos suyos: pronto hemos de saberlo.

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