THE OBJECTIVE
Juan Claudio de Ramón

Jeunesse dorée

«Yo no sé lo que es correr delante de la policía, pero si sé lo que es correr detrás de mis sentimientos»

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Jeunesse dorée

En algún momento del siglo XIX el apelativo de jeunesse dorée (juventud dorada) cambió de significado. Solía referirse a una parte la juventud de la burguesía parisina que, tras la reacción termidoriana a los excesos de la revolución, salió por las calles a dar palizas a los remanentes jacobinos que no habían huido de la ciudad o se habían escondido mal. Dandis extravagantes, que yo me figuro un poco como la banda de Alex en La Naranja Mecánica, que se complacían en dar bastonazos a los sans-culottes que previamente habían aterrorizado París. El más tarde modosito Benjamin Constant formó parte de esas falanges juveniles de niños bien de la burguesía contrarrevolucionaria. Más tarde, como informa el diccionario Merriam Webster, el término perdió su asociación con la violencia callejera y pasó a referirse, como un cultismo en lengua inglesa, a cualquier grupo de jóvenes bellos, pudientes y mundanos, un poco aburridos, felizmente emancipados de cualquier problema material.

Yo no me atrevo a afirmar que todos los jóvenes que vandalizan Barcelona pertenezcan a la franja más acaudalada de la juventud catalana. Pero algo de esa desahogada ociosidad hay (sabemos, por ejemplo, que el voto independentista ocupa la parte alta en el reparto de la renta en Cataluña). Por lo demás, preocupa ver rostros tan jóvenes en las protestas y al mismo tiempo es inevitable que su juventud nos inspire un poco de indulgencia. Porque todos hemos sido jóvenes, lo que significa que, como mínimo, todos hemos dicho y pensado majaderías. Yo no sé lo que es correr delante de la policía, pero sí sé lo que es correr detrás de mis sentimientos. Juventud ociosa / a toda pasión sometida, recuerda Rimbaud. Ser joven es dejarse subyugar por pasiones y buscar una causa por la que luchar, que no será siempre la más justa o noble, sino la que esté a más a mano, aunque sea poco lustrosa. El arte lo ha retratado muchas veces, desde Nicholas Ray en Rebelde sin Causa, hasta Cat Stevens en la conmovedora Father and Son. Aunque yo cada vez me siento más afortunado de haber sido joven en los alegres, faldicortos y totalmente impolíticos años noventa. Hice el ridículo demasiadas veces por amor como para encima tener ahora que cargar también con el penoso recuerdo de los ridículos políticos.

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