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Julià Guillamon

Joan Perucho, un novelista fantástico en la encrucijada española

«Joan Perucho Gutiérrez (Barcelona, 1920-2003) vivió la guerra sin llegar a entrar en combate. Perucho fue un híbrido de franquismo y antifranquismo»

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Joan Perucho, un novelista fantástico en la encrucijada española

Hace unos meses, en una reunión en la Biblioteca Nacional de España, para organizar una exposición del centenario de Joan Perucho, estaba yo exponiendo con vehemencia las que me parecen las grandes contribuciones de Perucho y de su generación a la cultura de posguerra. Joan Perucho Gutiérrez (Barcelona, 1920-2003) vivió la guerra sin llegar a entrar en combate. En los primeros meses de 1939 formó parte del grupo inicial de la Universidad de Barcelona. Participó en la cultura clandestina en catalán de los años cuarenta e inició una trayectoria como poeta que le llevó a conectar con Vicente Aleixandre y el grupo de la revista Ínsula, y a intervenir en los Encuentros de Poesía que pretendieron establecer puentes entre las culturas hispánicas. A través de la revista Destino, participó en un vasto proyecto cultural que anticipa la España de las autonomías, con un núcleo central en Barcelona y conexiones en Galicia, Valencia, Castilla, Madrid, Andalucía y las Islas Baleares. Fue novelista, crítico de arte, amigo de Joan Miró y de los artistas del grupo Dau al Set, autor de una gran promoción de articulistas literarios que se asentó en La Vanguardia e impulsor de la literatura gastronómica, junto a su amigo Néstor Luján. En la mitad de mi discurso me quedé pensando. Todo aquello que exponía con tanto entusiasmo, nombres de otra época, editoriales, artistas ¿hasta qué punto forman parte de un legado común? ¿la visión de la posguerra desde Barcelona encaja con la que se tiene en otras partes de España? Y, si no es así, ¿qué papel juegan Perucho, DestinoLa Vanguardia, o los artistas de Dau al Set en la historia cultural de esos años, desde la óptica general española? ¿Son un mundo aparte? ¿Un complemento? ¿Una excepción? Tras estas preguntas subyace la comprometida cuestión del encaje de la cultura catalana en el conjunto de la cultura española y su interpretación.

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Foto: Generalitat de Catalunya

La revista y la editorial Destino, la edad de oro de La Vanguardia como diario de gran difusión estatal, en los años sesenta y setenta, representan un intento de influir en la cultura española desde la perspectiva catalana. Situando a Josep Pla, Joan Fuster o Baltasar Porcel junto a Miguel Delibes, Pedro Laín Entralgo, Azorín, Francisco Umbral, Julio Caro Baroja, Álvaro Cunqueiro o José María Castroviejo. Como muchos de estos autores, Perucho fue un híbrido de franquismo y antifranquismo. Dio sus primeros pasos en la revista del SEU Alerta (1942-43), donde coincidió con Néstor Luján, gran periodista, crítico taurino y sofisticado gastrónomo, y con el crítico literario y profesor Antonio Vilanova que en los años cincuenta y sesenta fueron pesos pesados de Destino. Pero tras esta experiencia juvenil se decantó hacia la poesía en catalán. Colaboró en las revistas clandestinas Poesia (1944-1945) y Ariel (1946-1951) y publicó sus primeros libros, Sota la sang (1947) y Aurora per vosaltres (1951). La novedad de Perucho estriba en la singularidad de los temas (la idea de un pasado fantasmagórico, un mundo de ayer abolido por la guerra civil) y de los referentes (lector de Aleixandre y Juan Larrea, fue el primer autor en España en hacerse eco de la aparición de Ocnos de Luis Cernuda, en la revista Ariel).

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Perucho en su casa de Barcelona. | Foto: Instituto Cervantes

Juez de profesión (nunca quiso ascender en el escalafón para poder dedicarse a escribir), en 1954 fue galardonado con el premio Ciudad de Barcelona, fundado unos años antes para conmemorar la entrada de las tropas franquistas en la ciudad. Lo que indica que, a pesar que haber participado en la vida cultural clandestina, no estaba mal visto. A finales de los años cincuenta, Perucho dio el salto de la poesía a la narrativa. En 1960 llegó su gran momento con la publicación de Les històries naturals, su novela más conocida, de la que existe una versión en castellano de 1968, reeditada en diversas ocasiones y actualmente en el catálogo de Edhasa. En 1992 la versión al inglés le abrió las puertas de múltiples traducciones, Harold Bloom la seleccionó en el Canon OccidentalLes històries naturals encaja perfectamente con la idea de la reconciliación nacional tras la guerra civil que en años sucesivos fue el leitmotiv de muchas iniciativas culturales, desde la propia revista Destino a la colección El Puente que publicaba entre Barcelona i Buenos Aires la editorial Edhasa de López Llausàs, de la revista Ínsula a Papeles de son Armadans. Pero la propuesta de Perucho era tan excéntrica que pocos en aquella época llegaron a comprender a lo que se refería.

Les històries naturals está ambientada en la primera guerra carlista de 1833-1840, cien años antes de la guerra civil española, el gran trauma de su generación. Buena parte de la acción de sitúa entre Cataluña, Aragón y Valencia. Nos invita a visitar cien años antes los escenarios de la batalla del Ebro: liberales y carlistas se matan en el sitio de Gandesa, aunque la novela evita cualquier referencia explícita a la violencia. Perucho inventó la historia de un científico liberal, Antoni de Montpalau que, por amor al saber, sale a la aventura en busca de un vampiro: un antiguo caballero del rey Jaime I, que fue vampirizado cuando formaba parte de la expedición que debía escoltar a la joven Violante de Hungría, comprometida con el monarca. El vampiro, Onofre de Dip, toma parte en la primera guerra carlista con el nombre de El mussol (el mochuelo). Es un cabecilla que compite por el mando de las tropas tradicionalistas con el general Ramón Cabrera, a quien chupa la sangre. La clave política de la historia es el abrazo entre el científico liberal y el general carlista, junto a la idea de que el mal no es obra de los hombres: es el resultado de una fatalidad histórica que encarna en la figura del no-muerto. Perucho no fue el único autor que exploró esta senda. En la reciente exposición Vampiros. La evolución del mito, en CaixaForum Madrid, se reunían otras muchas interpretaciones políticas del vampirismo: desde la época feudal al black power.

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Joan Perucho y Julià Guillamon | Foto: Generalitat de Catalunya

Tras la aparición de la novela, Perucho empezó a colaborar en la revista Destino donde, a lo largo de la década de los sesenta, tuvo un papel destacadísimo como crítico de arte en favor de las tendencias más renovadoras. En aquel grupo de grandes figuras del periodismo literario, Perucho fue siempre un raro. Pero la explosiva combinación de historia, erudición, surrealismo y espíritu pop le proporcionaron muchas simpatías entre jóvenes escritores españoles. Hay una famosa foto en la que aparece en Pamplona, rodeado por César Antonio Molina, Mercedes Monmany, Juan Manuel Bonet y Miguel Sánchez-Ostiz. A la lista de los admiradores deberíamos añadir a Luis Antonio de Villena y, entre los más veteranos, a Pedro Gimferrer, Jorge Urrutia y José-Carlos Mainer. Vinculado al suplemento literario Culturas, que César-Antonio Molina dirigía en Diario 16, en los años ochenta Perucho fue colaborador habitual de las terceras de Abc. Al mismo tiempo, sus novelas Las aventuras del cavaller Kosmas (1980) y Pamela (1983), ambientadas en la época del Segundo Concilio de Toledo (527) y de las Cortes de Cádiz (1810-1814), son una expresión literaria de la comprensión catalana de España, en torno a dos grandes refundaciones que remiten a la reciente Transición Española. Son novelas fantásticas, en las que, junto a personajes históricos, encontramos referencias a obras literarias y cinematográficas singulares (La torre de los siete jorobados de Edgar Neville, en Pamela), fantasmas y monstruos.

Lean a Perucho y si tienen ocasión, cuando la COVID-19 lo permita, visiten la exposición Vampiros en la biblioteca! Centenario de Joan Perucho, en la Biblioteca Nacional de España.

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